Gran Biblioteca GLP

Nombre: Gran Biblioteca GLP
Ubicación: San Isidro, Lima, Peru

jueves, abril 27, 2006

BREVES NOTAS MASONICAS

BREVES NOTAS MASÓNICAS PARA MIS QQ:. HH:. AA:.

R:. H:. Cristóbal Salazar Panta
Primg:., Benm:., Sesqc:., Patr:., Leals:., Esc:., Aug:., R:. L:. S:. Paz y Perfecta Unión Nª 1 Vall:. de Lima, 07 de Marzo del 2005 e:. v:.

Trz:. Arq:. “Buscad la verdad y ella os hará libres" La Biblia

V:.M:., RR:. y QQ:. HH:.

La Institución Orgánica de la Moralidad Universal, que lleva el nombre simbólico de Masonería, es una Augusta Orden, cuya esencia es de carácter eminentemente espiritual, iniciático, constructivo y por su natural evolución, ha desarrollado un peculiar sistema de moralidad velado por alegorías e ilustrado por símbolos, cuyo fin supremo es la fraternal y racional formación educativa de sus adeptos, en el conocimiento y práctica de estos principios, mediante éste peculiar sistema. Sin olvidar que la Iniciación es la preservación organizada de las ciencias sagradas, y ofrece a sus adeptos una verdad despejada de dogmas, produciendo en él, una transmutación psicológica hacia esa verdad.

La Masonería proclama desde su origen un Principio Creador bajo el nombre de G:.A:.D:.U:.. No impone limite alguno a la libre investigación de la verdad, la virtud, el bien, y para garantizar a todos sus miembros esta libertad, exige absoluta tolerancia.

Por eso la Masonería es una asociación filosófica, filantrópica y progresista:
- Es filosófica porque igual que la Filosofía, orienta al hombre hacia la investigación racional de las leyes de la Naturaleza. Invita al pensamiento, que va desde la simbólica representación geométrica, alegórica hacia la abstracción metafísica; busca en la reflexión filosófica la penetración del sentido espiritual del movimiento histórico.
- Es filantrópica porque practica el altruismo, desde el bien estar de todos los seres humanos y no está inspirada en la búsqueda de lucros personales de ninguna clase.
- Es progresista porque enseña y practica la solidaridad humana y la absoluta libertad de conciencia, teniendo por objeto la búsqueda de la verdad, desechando el fanatismo, y abordando sin perjuicios todas las nuevas aportaciones de la invención humana, en las ciencias, artes y tecnología.

La Mas:. es eminentemente tolerante y exige de sus miembros la más amplia comprensión. La Mas:. es universal, constituye una sola familia, cualquiera que sea el rito que se profesa; porque la fraternidad humana es uno de sus principios y la tolerancia el principal de sus deberes.

Así en el grado de Ap:. buscar la luz o la verdad, es sinónimo de sinceridad, de honradez de expresión y trato simple. Es para el Ap:. la verdad, aquella cualidad más digna que puede tener el instinto humano filosóficamente consideradas y necesarias para el efecto de las emanaciones del espíritu, encaminadas a la comunicación reciproca de los seres dotados de inteligencia, por medio del órgano de la palabra, su principal atributo. De allí que la verdad esté simbolizada en la palabra que es la total correspondencia o conformidad de lo que se dice o expresa con lo que interiormente se siente o se piense.

Este trato honesto, sincero, fraternal con nuestros HH:., lo realizamos en Log:. constituida (Ten:.), en Log:. de Mast:. (banquetes, refrigerios), fuera de Log:. , con HH:. de otras Llog:. y también en nuestra relación con profanos, en el trabajo, casa o vecindario y otros lugares.

Para que estas emanaciones del espíritu se fortifiquen y lleguen a desarrollar la conciencia masónica, es necesario la práctica de las virtudes en el campo masónico Especulativo, con la magia de la Liturgia del ritual, y la magia del Arte Real en los refrigerios, que hace indispensable asistir a ambos trabajos, por que uno es siempre la continuación del otro, recordemos V:. M:., RR:. y QQ:. HH:. que:

- Las Tenidas simbolizan el alimento para el espíritu, dedicados al desarrollo de yo interno, (el Compás)
- Los banquetes son el alimento para el cuerpo, dedicados al desarrollo de la fraternidad y las relaciones humanas, (la Escuadra) .

Por eso es condición necesaria realizar los refrigerios (banquetes) y aún mas asistir obligatoriamente a ambos trabajos, porque así simbólicamente con el refrigerio la Escuadra nuevamente se une al Compás y se cumpla el séptimo principio hermético la Ley de la Creación.


APÉNDICE.



1.- Alguna Bibliografía Complementaria al tema.


- Jorge Adoum “El Aprendiz y sus Misterios”
- Robert Ambelain “El Secreto Masónico”
- Javier Agüero Vega “Cámara de Reflexiones”
“Entre Columnas”
- Jorge A. Bluter A. y Eduardo Mendoza S “Manual del Aprendiz Masón, Rito York
- Aldo Lavagnine (Magíster) “Manual del Aprendiz”
- Serge Raynaud de la Ferriere “El Libro Negro de la Francmasonería”
- Tres Iniciados “El Kibalyon” - Filosofía Hermética del
Antiguo Egipto y Grecia.


2.- Pensamiento en rima del Grado de Aprendiz


El grado de Aprendiz abarca
el esfuerzo de quien, por ser masón,
se dedica a construir y poseer
la ciencia de la vida;
es decir, ser iniciado.

Su Cuerpo-Templo tiene al Yo Superior
Como Maestro Arquitecto y a los dos ángeles
(el intercesor y el de la espada),
quines manejan los polos positivo
y negativo, y son representados
por los dos Vigilantes.

La Logia a la que ingresa
es la morada del Logos, del Verbo,
de la Palabra del Cristo.
Abrirla significa dejar que el Cristo interno
se manifieste y exprese su poder
para que se opere un milagro:
¡El de la Regeneración!

He aquí el verdadero manual iniciático.
Loa ejercicios psicofísicos,
cuando se realizan
con fervor y diligencia,
preparan para el próximo paso:
el Grado de Compañero...


Fuente: “El aprendiz y sus Misterios” Dr. Jorge Adoum.
R:.H:. C.S.P.
R:.L:.S:. P:.P:.U:. 1

miércoles, abril 26, 2006

LA FILOSOFIA MASONICA

LA FILOSOFIA MASONICA
Del libro Los Arquitectos de Joseph Fort Newton

¿Tienes en ti alguna filosofía, Pastor”? pregunta Touchstone en una obra de Shakespeare. Esta pregunta es la que debemos hacernos ahora nosotros. Hace tiempo que Kant dijo que la misión de la filosofía no consiste en buscar la verdad, sino en ordenarla, para averiguar el ritmo de las cosas y su razón de ser. La filosofía considera lo familiar como extraño, y su mente esta llena de los asuntos que trata. Vasta, humana y elocuente, es “una mezcolanza de ciencia, poesía, religión y lógica que nos da una visión más clara y amplia.

Cuando se ve la masonería bajo esta luz suave y amplia, aparece una gran catedral antigua, amarilla por los años, rica en asociaciones, con los escalones consumidos por los pies de los innumerables seres vivos y muertos ya que los han hollado, pero aún fuertes y resistentes. Al cruzar sus dinteles, nos maravillan la elevación de sus ventanales que tienen detrás la profunda gloria del infinito, nos pasma la elevación de los pilares, los saltos de los arcos y su techo tachonado de estrellas. E, inevitablemente, nos preguntamos de dónde vino este templo de fe y de amistad y qué es lo que representa irguiéndose líricamente, construido por el hambre y sed de la verdad y libre del choque de los años y las tempestades de la ancianidad. ¿Qué fe levantó esta morada del alma, que filosofía vive en ella y la sostiene? Verdaderamente tiene razón Longfellow cuando canta en Los Arquitectos: “En los antiguos tiempos se construían con mayor esmero todas las partes de la obra, porque los dioses lo veían todo”.

Si examinamos los fundamentos de la masonería, observamos que descansan sobre la verdad fundamental, la primera y última verdad, o sea, sobre la soberana y suprema Realidad. En el umbral de sus logias se a todo hombre, sea campesino o príncipe, que confiese su fe en Dios Todopoderoso, Arquitecto y Constructor del Universo la cual no es una mera fórmula de palabras, sino la afirmación más solemne que hayan podido pronunciar los labios humanos. Ser indiferente a Dios es ser indiferente a la realidad más grande de todas, en la que se fundamentan todas las aspiraciones humanas. Las instituciones que se cierran a este significado de la vida y al carácter del universo, no duran mucho, porque son como casas construidas sobre la arena, que faltas de cimientos, han de derrumbarse en cuanto el viento las sacuda y las azote el agua. Las fraternidades humanas que no se inspiran en la Paternidad de Dios, están condenadas a morir. La vida nos lleva a creer que existe un Dios del Universo, sobre cuya base puso su piedra angular, la masonería, que por esta razón perdura a través de los tiempos y se desarrolla de un modo creciente, sin que las puertas del infierno no prevalezcan contra ella.

Si bien la masonería es teocrática por su fe y filosofía, no limita su concepto de la Divinidad ni tampoco insiste en el hombre que se debe dar “al Uno innominable, de centenares de nombres” En verdad que la hazaña más importante de la masonería ha sido su búsqueda incesante de la Palabra Perdida o Nombre Inefable; búsqueda que jamás termina, a pesar de que sabemos que todo nombre es inadecuado y que todas las palabras no son más que símbolos de una Verdad, de por medio del lenguaje humano. Por esto la masonería no limita el pensamiento de Dios, y busca en cambio una visión más reveladora y satisfactoria de la significación del universo, invitando a todos los hombres a unirse a su obra: “Porque es una en la libertad de la verdad; una, en la alegría de recorrer senderos no hollados; una, en el alma de la perenne juventud; una, en el pensamiento más amplio de Dios”.

En verdad de que la conciencia humana de que el hombre es un compañero del Eterno, désele a éste el nombre que se quiera, bien puede acallar todas las palabras, argumentos y anatemas. Lo verdaderamente importante es poseer y no reconocer, y, si no se reconoce, nuestra debe ser la culpa. Ante la única gran experiencia, todos los espíritus elevados se unen al Papa Alejandro, que también fue masón, para entonar la plegaria Universal:

“¡Oh, Padre de todos! ¡Oh Jehová, Oh, Jove, Oh Señor! Adorado en todas las épocas y en todos los climas, por los santos, los salvajes y los sabios.”

Nuestros pensadores masónicos proclaman con elocuente unanimidad que la unidad y el amor de Dios es la verdad fundamental de la filosofía masónica, junto con la inmortalidad del alma, de las que deducen la unidad última y el amor de la humanidad. Entre la confusión de los politeísmos y dualismos, sostienen los masones que ha sido misión principalísima de la Masonería conservar estas preciosas verdades, ante las cuales palidecen todas las demás, y de esto no cabe duda alguna, pues hasta la misma ciencia ha llegado a develar la unidad del Universo haciendo gran hincapié sobre ella. El Universo es una maravilla interminable: es una maravilla y no una contradicción, cuyo ritmo solo se encuentra en la verdad de la unidad de todas las cosas en Dios, clave única con la que se le puede interpretar. La Masonería ahonda en estos profundos cimientos para formar la base sobre la que levanta su templo inmortal. Y si todo esto fuera falso o inestable entonces.

“El firmamento descansaría sobre columnas carcomidas, y los cimientos de la tierra sobre rastrojos”

Sobre el altar de la masonería está la Biblia que, a despecho de todos los cambios y progresos de la época, sigue siendo el mejor Libro Moderno, el manual moral de la civilización, en cuyas páginas, como entre las nubes que cubrían las cimas del Sinaí, en sus “Bosques de Salmos”, en sus proverbios y en sus parábolas, en sus evangelios y en sus epístolas se escucha la verdad eterna del Dios Uno que es amor y que pide a los hombres que se amen entre sí, que sean misericordiosos, que se vean libres de todo mal y que caminen humildemente ante El, en cuya gran mano se encuentran. Y en ese libro leemos la vida del Hombre de Galilea que enseño que todos los hombres fueron concebidos con amor en el seno del divino Padre, y que, por lo tanto, tienen origen, destino y deberes comunes. Por esto, es nuestro deber levantar al caído, traer a su camino a los que se extravían y partir nuestro pan con los hambrientos, con lo cual no haremos sino hacernos buenos a nosotros mismos, porque todos somos miembros de una gran familia, y el daño hecho a uno de ellos perjudica a todos los demás.

La masonería ha enseñado siempre religiosamente esta fe profunda y reverente de la cual fluyen, como de manantial inagotable, la abnegación de los héroes, el respeto moral a uno mismo, los verdaderos sentimientos de fraternidad, la infalible fidelidad en la vida y el consuelo eficaz ante la muerte. La masonería ha enseñado esta verdad con verdadera perseverancia en todas las épocas de la humanidad, pero nunca lo hizo con más ahínco que hoy día. No se pronuncia ningún discurso masónico en nuestros talleres que no enseñe ardientemente esta única religión verdadera, que es alma de la masonería y, además, su base y su apice, su luz y fuerza. La masonería descansa sobre esta base, vive y actúa con esa fe, y, con ella, espera triunfar cuando termine el ruido y confusión de la época actual.

De esta sencilla religión nace, por lógica inevitable, la filosofía, enseñada por la masonería por medio de signos y símbolos, de representaciones y parábolas, la cual consiste, en síntesis, en que, tras del panorama de la naturaleza, así como en ella y sobre ella, existe una Mente Suprema que inicia, impele y dirige todo; que tras de la vida del hombre, de igual modo que en ella y sobre ella, existe una justa voluntad, o sea la Conciencia Inteligente del Ser Supremo. En resumen, que la cosa primera y última del universo es la mente; que la conciencia es la cosa más profunda y elevada, y que el amor absoluto es la realidad final. No se puede ir allende esta fe; ni ahondar más profundamente que este pensamiento.

“No hay profundidad por profunda que sea que nos muestre el manantial de donde fluyen las estrellas, ni pensamiento que revele los más sutiles impulsos de la vida. Nosotros al parecer venimos y nos vamos; pero ¿Quién sabe de dónde venimos y hacia dónde vamos? Todo el secreto radica en esta sola silaba: ¡Dios! ¡Sólo Dios! ¡Dios primero, Dios después! ¡Dios infinitamente vasto! Dios que es amor, amor que es Dios, tallo sin raíces florecido!

No hay más que una alternativa de esta filosofía, que no es el ateismo – el cual generalmente no es más que una revulsión de la superstición – porque el número de adeptos del ateismo absoluto es escaso y su posición demasiado precaria para que constituya una amenaza. El Ateo, si existe, es a manera de un pilluelo extraviado que vaga solitario y sin hogar por las calles sombrías del tiempo. Tampoco es el agnosticismo su alternativa, el cual sólo es una modalidad pasajera del pensamiento, una confesión de la inteligencia o una falacia con que librarse de la fatiga y el esfuerzo que exigen las ideas elevadas. El Agnosticismo tiembla vacilando eternamente a manera de un asno que, encontrándose a igual distancia de dos haces de forraje, se muere de hambre sin decidirse a optar por uno de los dos. No, la verdadera alternativa es el materialismo el cual representó un papel tan importante en la filosofía del siglo pasado y que, derrotado ya, recurre a aplicarse al campo de las cosas prácticas. Esta es la temible alternativa que niega la gran fe de la humanidad y que podría embeber como una esponja todas las elevadas aspiraciones e ideales de la raza.

Según este dogma, las primeras y últimas cosas del universo no son más que átomos. La mente, la voluntad, el carácter y el amor, son cosas transitorias, vanas e incidentales. El hecho soberano, fundamental, es polvo; la realidad final, cieno, y la ley del destino, “polvo que cae en el polvo”.

Justo es decir que la masonería ha combatido la idea de la muerte final, y que se ha aliado en la guerra del alma contra el polvo, en la opción entre Dios y el barro, a los grandes idealismos y optimismos de la humanidad, La masonería se asocia a la visión espiritual de la vida y del mundo por estar más de acuerdo con los hechos de la experiencia, los principios de la sana razón y la voz de la conciencia. Es decir, que para descifrar el enigma del universo, se atreve a internarse en la esencia suprema del hombre, afirmando que el alma es semejante al espíritu Eterno y que su cualidad eterna puede revelarse llevando una vida recta. La Masonería se fundamente en esta filosofía:
“En El pondremos la piedra singular; en El construiremos este edificio, y hasta que el trabajo se termine, El dirigirá a los trabajadores.”

Todos nuestros pensamientos ya sean científicos, religiosos o filosóficos, se fundamentan en la semejanza del hombre con Dios. Si fuera falsa esta creencia, el templo del pensamiento humano se derrumbaría, porque entonces no podríamos estudiar sus fuerzas, investigar sus leyes y levantar su mapa, hallando lo infinito hasta lo infinitesimal, demuestra que la mente humana es de naturaleza semejante a la Mente que hizo el Universo. Además, la naturaleza humana tiene dos aspectos que la separan de la animal y que indican su origen divino; la razón y la conciencia, las cuales, no solo pertenecen al sentido y al tiempo, sino que tienen su origen, satisfacción y autoridad de un mundo eterno e invisible. Es decir, que el hombre es un ser que, si no es verdaderamente inmortal, se ve llamado por la ley de la necesidad de su ser a vivir como si lo fuera. El alma del hombre posee en si misma la única prueba cierta y profética de su propia fe elevada.

Consideramos además qué significado tiene el decir que el alma del hombre es de naturaleza semejante a la del Alma eterna de todas las cosas. Esto quiere decir que nosotros no somos meras formas de barro existentes por casualidad, sino que somos hijos del Ser Supremo, ciudadanos de la eternidad, tan inmortales como nuestro Padre Dios, y tenemos la obligación de vivir de un modo adecuado a la dignidad del alma. Quiere decir, asimismo, que cuanto piensa el hombre, como igualmente la pureza de su sentir y el carácter de su actividad, tiene importancia vital para el Eterno. Esta filosofía ilumina el universo como un sol naciente, que confirma las certidumbres latentes en el alma y convierte el misterio en cosa conocida, y la desesperación, en esperanza; sol que evoca los colores de la vida humana, cubriendo de belleza y de sentido perdurable nuestros años mortales. Esta filosofía nos da un papel que representar en la empresa histórica, nos convierte en compañeros de trabajo del Eterno para contribuir a la redentora formación de la humanidad y nos incita a cumplir su voluntad tanto en la tierra como en el cielo. Ella subyuga el intelecto; ablanda el corazón, y engendra en la voluntad ese sentimiento de respeto a sí mismo, sin el cual no sería posible esa vida heroica y elevada. Tal es la filosofía sobre la que se edifica el templo de la masonería y de la que manan, como de roca golpeada en el desierto, corrientes de agua que bañan el mundo de los hombres.

El alma humana es libre, por ser de naturaleza idéntica a Dios y estar dotada de poderes ilimitados. Por la lógica de su filosofía y por inspiración de su fe, la Masonería se ha sentido impelida a pedir la libertad de conciencia, la libertad del intelecto, a proclamar el derecho que tienen todos los hombres de ser iguales ante Dios y ante la ley sin temor y traba alguna, respetando cada cual los derechos ajenos. Recordemos que, antes de que la orden masónica la proclamara, esta verdad existía en la voluntad de Dios y en la constitución del alma humana. Por eso no debe cejar la Masonería en su antiguo y elocuente empeño hasta que todos los hombres sean libres en cuerpo, mente y alma. Tenía razón Lowell cuando escribía que:

“No somos libres, La libertad no consiste en meditar de cara al pasado, mientras las insignificantes preocupaciones y los rastreros intereses tejen su tela de araña en torno nuestro, que al fin y a la postre acaban por ser más fuertes que las cadenas de hierro y por sujetar estrechamente el corazón, el alma y el pensamiento. La libertad se crea nuevamente todos los años en los corazones abiertos de par en par, de cara a Dios, en las almas que siguen la cadencia de las esferas, en las mentes que crecen hacia lo futuro como una marea. No hay credo ni código por amplio que sea, que la pueda contener, por eso la libertad tiene en el alma del hombre una augusta morada construida de cara a la aurora”

Día vendrá en que el proyector luminoso de la verdad disipe las sombrías nubes de la ignorancia y el mundo honre a la masonería por cuanto ha trabajado en pro de la libertad de pensamiento y la libertad religiosa. La obra más noble de la masonería ha sido su proclamación de los derechos y deberes de las almas a buscar la luz de la verdad libertadora de los hombres. En los remotos siglos del pasado, en que el crimen más castigado era el de pensar y la conciencia humana estaba uncida al yugo de la Iglesia, La Masonería se irguió para proclamar el derecho que tiene toda alma de conocer la verdad y de contemplar, saltando del regazo de la tierra, el rostro de Dios. Su palabra de paso no ha sido el de la libertad procedente de una fe o religión, sino la de libertad de creencias; fundándose en que, así como el despotismo crea la anarquía, el dogma intransigente es la fuente prolífica del escepticismo, y, también, en que nuestra raza ha realizado sus progresos más rápidos en los campos donde la libertad ha durado más tiempo.

La masonería no cejará jamás en su lucha contra quienes quieran encadenar al pensamiento para perpetuar su autoridad corrompida, ni tampoco dejara de combatir a quienes sellan los labios de los estudiosos con preceptos de escolásticas muertas. La Masonería aspira a que se gobierne sin tiranía, a que la religión no sea supersticiosa, y es imposible que se le derrote porque no combate por medio de la fuerza ni valiéndose de intrigas, sino con el poder de la verdad, la persuasión de la razón y la gentileza de la caballerosidad, sin buscar la destrucción de sus enemigos, sino tratando de ganarles a la causa de la libertad, de la verdad y a la fraternidad del amor.

Y no sólo proclama la Masonería esa libertad religiosa que permite sostener a cada cual lo que crea verdadero, sino que también lucha con igual intensidad por la libertad que da fe al alma, emancipándola del despotismo de la duda y de las cadenas del miedo. Por esto, trata de mantener viva en el corazón de los hombres su confianza en la bondad de Dios, en el valor de la vida y en la divinidad del alma, confianza que tan fácilmente puede derruir el poderoso ciclón de los años. Ayudad a un hombre a que fortalezca su fe en la Infinita Compasión que mora en el corazón de este mundo sombrío y le habréis librado de terrores innumerables, consiguiendo que el corazón de este mundo sombrío y le habréis librado de terrores innumerables, consiguiendo que el corazón que fue en otro tiempo templo del terror, se transforme en “una catedral serena y alegre” mientras que la perspectiva de su vida se habrá agrandado a la luz del servicio social. No hay tiranía comparable a la tiranía del tiempo. Dad al hombre un solo día de vida y será como un pájaro que se estrella contra los barrotes de su jaula. Dadle un año para poder realizar sus pensamientos y planes, sus propósitos y esperanzas, y le habréis libertado del despotismo de un día. Aumentad el panorama de su vida a cincuenta años, y adoptará la actitud de dignidad moral que hasta entonces le había sido imposible tomar. Pero concededle el sentimiento de su Eternidad, hacedle saber que podrá trabajar y pensar durante un tiempo interminable, que tras sus errores y pecados se cierne y espera el infinito, y entonces se sentirá libre de todo.

Sin embargo, la inmortalidad no tendría valor alguno si la vida terrena no lo tuviera tampoco; porque lo verdaderamente importante no es la cantidad de vida, sino su cualidad, su intensidad, su pureza, su fortaleza, su elevación de espíritu y su actitud de alma. De aquí proviene el que la Masonería insista continuamente en la formación del carácter y en la práctica de la rectitud y de la justicia, y, asimismo, que haga verdadero hincapié en esa cultura moral sin la cual el hombre sería un ser rudimentario, en esa visión espiritual sin la que el intelecto sería un esclavo de la pasión y de la codicia. La lealtad a las leyes de la justicia, a la verdad, a la pureza, al amor y a la voluntad de Dios, libera y engrandece el alma humana. El modo de vivir es lo que importa verdaderamente. De modo que todo hombre tiene que buscar año tras año un método mejor para levantar el edificio de su vida, fundamentando su fe en Dios con ayuda de la escuadra de la justicia, de la plomada de la rectitud. Del compás que refrene sus pasiones y de la regla que divida su tiempo en trabajo, descanso y servicio a sus camaradas. Empecemos, pues, desde ahora a buscar la sabiduría en la belleza de la virtud y a vivir regocijados bajo su luz protectora, para que podamos vislumbrar en este mundo los destellos del otro y hacer que descienda a las tinieblas de la tierra algo que no pueda morir.

Bede, el Venerable, refiere que, mientras deliberaba el Rey de Northumberland con sus consejeros sobre si debía permitir o no a los misioneros cristianos que enseñasen su nueva religión, se adelanto un jefe cuya cabeza habían nevado los años, para recordarles la sensación que experimentó durante un festín al ver que un pájaro entraba en la habitación huyendo de la tempestad. Aquel momento debió ser para el ave de reposo y de luz, pero duró poco tiempo, porque no hizo más que contemplar la brillante escena y se lanzó de nuevo en las tenebrosas y agitadas entrañas de la noche, sin que nadie supiera de dónde vino ni a dónde iba.

“La vida humana es así – dijo el veterano jefe – Nuestros sabios no saben decirnos de dónde venimos ni a donde vamos. Nuestro vuelo es breve. Y si hay alguien que puede enseñarnos algo más acerca de este asunto, debemos escucharle en el nombre de Dios”.
Escuchemos pues, cuanto tiene que decirnos la Masonería respecto a la inmortalidad del alma. Pero la masonería no se vale para esto de un argumento bien fuerte y trabado, sino que presenta una visión del más antiguo y sublime drama del mundo, cuya visión es el mejor método de hacer sentir a los hombres las verdades que no se pueden expresar por medio de palabras. Ella nos muestra la tragedia más sombría de la vida en su hora más trágica; las fuerzas del mal que, astutas y estúpidas a la vez, se lanzan sobre el alma para tentarla a la traición y a la degradación de renunciar a todo lo que hace la vida digna de ser vivida; tragedia que, por su sencillez y fuerza, hace llorar y detenerse conmovido al corazón. Pero después, surge de estas densas tinieblas, a manera de luminosa estrella, lo que hace que el hombre se asemeje a Dios: Su amor a la verdad, su lealtad a lo supremo, su deseo de descender a la noche de la muerte, si sólo la virtud puede vivir y vibrar como un latido de fuego en el cielo de la tarde. El heroísmo sublime que desafía a la muerte es el testimonio mayor de nuestra inmortalidad y de nuestra divinidad. La eterna paradoja de que “Quien pierda su vida por la verdad, la ganará” se convierte en certeza ante las puertas de la tumba.

La Masonería se fundamenta en esto, confiando en que, puesto que el hombre siente es su interior algo que le atrae al ideal moral y a la integridad de su propia alma, contra todas las fuerzas brutas del universo, el Dios que hizo al hombre a su imagen y semejanza no dejará que se convierta en polvo. No nos ha sido dada en la tenebrosa morada de este mundo, visión más excelsa del problema de la inmortalidad, ni hace falta que conozcamos otra verdad más profunda.

Laborando, prestas las manos a enlazarse, edificaremos la estructura de nuestra vidas sobre lo que nuestros dedos palpan, nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen, hasta que, en un momento dado – momento maravilloso, ya llegue envuelto en tormentas y lágrimas o ya más dulce como la brisa del atardecer bajo un cielo inmaculado -, se nos pida que dejemos de asirnos a esas cosas sólidas, para confiarnos al alma invisible que dentro de nosotros anida e internarnos a lo largo de un sendero invisible hacia lo desconocido. Cosa extraña: una puerta se abre a un mundo nuevo, y el hombre, a pesar de ser hijo del polvo, sigue su alma aventurera, cuando el alma camina en pos de un poder inescrutable. De súbito, fijos los ojos y pálidos los labios, yacemos y aguardamos; y la vida ya hubiera sido bien empleada en nobles luchas o ya dilapidada en estériles placeres, luminosa y sombría, se queda detrás; ensueño que es un ensueño, realidad que ya no existe. ¡Oh, Muerte:

“Tú has destruido el mundo bellísimo con su potente brazo, lo has desmoronado en ruinas y pulverizado como el mazazo de un semidiós. Llevamos al vacío los dispersos fragmentos, lamentando la belleza desvanecida de tal suerte que no puede renacer. ¡Levántalo de nuevo, más poderoso, más flamante, para los hijos de los hombres! ¡Edifícalo de nuevo en tu propio regazo!”

¡Oh, Juventud, para quien estas líneas han sido escritas, no temas; no temas creer que el alma es tan eterna como el orden moral que en ella prevalece; ve en pos eternamente de aquella belleza divina que de tal forma te ha conmovido y transfigurado aquí, porque tal es la fe de la humanidad que es tu raza y de sus más perfectos héroes! Arraiguémoslo en el corazón, amémoslo, y obremos conforme a ello, a fin de aprender su más hondo significado con respecto a los otros –nuestros muertos amados en quienes nosotros pensamos tal vez todos los días -, y séanos más fácil vivir como héroes llenos de esperanza, aun en los momentos de honda tristeza. No es esta una fe que pueda adoptarse a la ligera, sino en el sosiego e intimidad del alma, si de esta manera podemos ahondar cada vez más por cuenta propia es su elevada significación, al correr de la vida.

sábado, abril 08, 2006

EL CONCEPTO DE LA MASONERIA

CONCEPTO DE LA MASONERIA

Libro: Los Constructores
Joseph Fort Newton impreso 1979

¿Qué es, pues, la masonería, y que labor realiza en el mundo?
Según las antiguas obligaciones, la masonería es “una institución honorable y antigua: antigua, porque existe desde tiempo inmemorial; honorable porque por natural tendencia, sus miembros obedecen sus preceptos. Tan elevado ha sido su crédito que en todas las épocas han intervenido en sus trabajos los grandes monarcas, quienes no se han rebajado cuando tomaron la paleta en vez del cetro para patronizar nuestros misterios y asistir a nuestras asambleas”

Y si bien los mismos hechos justifican este elogio, no nos dicen qué es la Masonería, ni mucho menos cual es su misión y ministerio en la humanidad. Ahora bien, según una definición antiquísima, la masonería es “un sistema de moral velado con alegorías e ilustrado por medio de símbolos” lo que, si bien, se acerca a la verdad no nos da una idea exacta de su fraternidad ni de su influencia.

También se le define diciendo que es “una ciencia que tiene por objeto buscar la verdad divina” lo que no nos satisface por su vaguedad y porque considera como carácter exclusivo de la orden el que sea una ciencia que busque la verdad divina, cuando todas las ciencias la buscan también.

Otro autor define la masonería afirmando que es “Amistad, amor e integridad: Amistad por encima de las ficticias distinciones de la sociedad, de los prejuicios religiosos y de las condiciones pecuniarias de los individuos; Amor que no decae ni conoce limites ni desigualdades, integridad, que liga al hombre a la eterna ley del deber” Tal es, indudablemente, la esencia primerísima y el espíritu de la masonería; pero hay que tener en cuenta que la masonería no monopoliza ese espíritu, y que su carácter único consiste, principalmente, en la forma con que trata de encarnar y expresar el espíritu elevado inspirador de toda vida humana superior. La masonería no lo es todo; es una cosa tan clara y precisamente modelada como una estatua de Fidias o un cuadro de Angelo. Las definiciones son a veces perjudiciales, pero, viéndonos obligados a definir, adoptamos las palabras del Handbuch o Manual Alemán por considerar que son las más acertadas:

“La Masonería es una actividad emprendida por hombres íntimamente unidos que, empleando formas simbólicas sacadas principalmente del oficio de albañil y de la arquitectura, trabajan por el bienestar de la humanidad, esforzándose por mejorarse a si mismos y mejorar a los demás, con objeto de construir una liga universal de la humanidad, de la cual creen ser actualmente una pequeña representación”.

La civilización no empezó hasta que el hombre supo construir sus viviendas, de modo que el arte de la construcción es el más antiguo de los oficios y artes humanos. La Religión tomo forma externa cuando los hombres erigieron por primera vez un altar para hacer sus ofrendas, lo circundaron de un santuario de fe y de temor y depositaron un montón de piedras para señalar el lugar en que reposaban sus muertos. La historia es más moderna que la arquitectura. La idea y el arte de la construcción han constituido la base de una orden cuyo único objeto consiste en erigir el templo de la fe, de la libertad y de la amistad humanas; de una Orden que, al tratar de ennoblecer y embellecer la vida, encuentra en la constante labor del hombre su sentimiento de unidad, su visión de que la vida es como un templo en construcción y sus emblemas de las verdades constituyen la pureza de carácter y la estabilidad de la sociedad. De este modo labora la masonería íntimamente relacionada con el genio constructor de la humanidad, invulnerable a todos los ataques mientras sea fiel a su ideal.

Una de las cosas que más nos conmueven e impresionan de la historia humana es que todos los pueblos han venerado ciertos ideales. Las Guildas se fundaron para cultivar los intereses del arte, la ciencia, la filosofía, la fraternidad y la Religión; para conservar el preciado patrimonio de la humanidad con tanto esfuerzo conseguido; para educar a los hombres en su servicio; para aportar su fuerza al sostenimiento de la vida común humana e infundir en ella la gloria luminosa del ideal, del mismo modo que el sol, al atravesar una nube sombría con sus rayos, evoca la magia del color y esparce por la tierra parda un haz luminoso. Tal es la masonería que une todos estos elevados intereses y aporta a su servicio una gran fraternidad de hombres libres y abnegados constituida sobre los cimientos de la fe espiritual y del idealismo moral, cuya misión es hacer amigos a los hombres, refinar y exaltar sus vidas, intensificar su fe y purificar sus sueños, para que rindan homenaje a la verdad, a la belleza, a la justicia y al carácter. La masonería es una de las formas que toma la Vida Divina en la tierra, y no una institución, ni una tradición, ni una sociedad, y nadie podrá definir su espíritu exaltado, su orden benigna, su influencia que levanta el edificio de la raza.

Generalmente se cree que la masonería es una sociedad secreta, porque, tanto los ritos empleados en las iniciaciones como los signos y toques con que sus miembros se reconocen entre sí, son secretos. Y así se ha llegado a suponer que los objetos fundamentales de la orden se enseñan ocultamente, cuando lo cierto es que su único secreto consiste en que no tiene ningún secreto. Puesto que sus obras han difundido sus principios. Sus propósitos y leyes son conocidos de todo el mundo, como así mismo sus locales de reunión. La orden, para la que ya han transcurrido los días de persecución en que todas las ideas elevadas se amparaban en el misterio, no se adhiere ahora a los ritos secretos para ocultar la verdad, sino para enseñarlos de modo que causen mayor impresión, para educar a los hombres en su servicio puro y para promover la unión y la amistad en la tierra. Sus signos y toques forman un lenguaje universal, y son un pretexto para practicar la caridad y facilitar la ayuda prestada sin herir la dignidad humana. Y si algunos ingresan por curiosidad en ella se quedan en ella para orar y no la abandonan porque todos se saben miembros de una gran fraternidad histórica construida por los que buscan y encuentran a Dios. La Orden es antigua porque es verdadera, pues ya habría desaparecido si hubiese sido falsa. Cuando los hombres practiquen sus sencillos preceptos, serán descubiertos los inocentes secretos de la masonería, porque su misión se habrá ya realizado y su labor habrá terminado.

Si se recuerda el énfasis de las precedentes páginas, no creemos que se necesite añadir que la Masonería no es un partido político y menos aún una sociedad organizada para producir agitaciones sociales. Los hombres irreflexivos, impacientes y ambiciosos han ridiculizado la masonería, porque se mantiene apartada de todo partidismo y de todo plan particular de reforma social. Podemos dividir a sus críticos en dos categorías: 1.- Los que sostienen que el ideal humanitario es un error, diciendo que la naturaleza humana no tiene aptitudes morales y que sólo puede salvarse si se somete a un definido sistema dogmático.
2.- Los que buscan la salvación exclusivamente en la acción política y social y viven con la ilusión de que los hombres pueden mejorarse emitiendo leyes y contando votos. La masonería no tiene para estos últimos atractivo alguno, porque no permite la política y menos aún los rencores de partidos. Los que defienden el primer punto de vista han combatido a la masonería acremente, mientras a quienes sostienen el segundo la miran con desprecio como a cosa inútil a la que no vale la pena de combatir.

Ninguna de las dos categorías de adversarios comprende lo que es la masonería ni su culto al amor creador de la humanidad, amor de cada hombre a su camarada, por encima de todos los dogmas. Pongamos las cosas en su sitio. Todo el mundo está conforme en que debemos laborar por la rectitud, en que debemos tener sed de una vida social verdadera y pura, justa y misericordiosa; pero es ceguera creer que todo se pueda hacer en un santiamén.
¿Qué es lo que retarda tan trágicamente la marcha del hombre hacia un orden social mejor?
Ahora como siempre se hacen numerosos planes de reforma y mejoramiento de la humanidad.
¿Por qué no triunfan estos planes?
Algunos fracasan por su imprudencia y por fiarse demasiado de la naturaleza humana sin tener en cuenta los hechos innegables. Pero ¿Por qué motivo los planes bien elaborados realizan tan poco de lo que se propusieron quienes los concibieron? Por qué no existe un numero suficiente de hombres que poseen alma delicada y suficiente largueza de simpatía, dulzura de carácter y nobleza de naturaleza para que el sueño se pueda realizar.

El único argumento contra la realización de una justicia elevada es que los hombres no la quieren e interponen los obstáculos de su indolencia, impureza, codicia, injusticia, mezquindades de espíritu, agresividad a la autoridad y, sobre todo, sus celos, envidias y desconfianza contra la noble aspiración social de la humanidad. Muchos hombres tratan de levantarse más arriba que nadie, sin tener en cuenta a los demás, para buscar su propia gloria. Visen ya dijo que los pilares de la sociedad que descansan sobre frágiles fundamentos, se desploman hiriendo a los inocentes al caer. Ya hace mucho tiempo que se dijo que “con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se henchirán las cámaras de todo bien preciado y agradable”

La experiencia ha demostrado que la Casa de la Sabiduría debe edificarse sobre cimientos de rectitud, justicia, pureza y carácter, como asimismo en la fe en Dios y el amor humano, porque de lo contrario se derrumbará en cuanto las aguas la azoten y la sacuda el viento. Para que nuestras ideas sociales se realicen no hay que hacer más leyes, ni fundar más dogmas, ni cohibir la libertad, sino formar hombres mejores, de alma más pura y más fiel, que sientan ideales más elevados y sean más íntegros; hombres que amen la justicia, que honren la verdad, que adoren la pureza y aprecien la libertad, para asegurar la virtud y estabilidad del orden social.

Por lo tanto, la Masonería realiza su obra fundamental en pro de todas las elevadas empresas, cuando dedica sus energías e influencias benignas a ennoblecer las almas de los hombres, en vez de identificarse con proyectos particulares de reforma de la humanidad y verse envuelta en el estruendo interminable de las disputas, lo cual haría que se apartaran de su seno quienes trata de redimir. Mientras la Masonería triunfe, todas las causas nobles triunfarán; cuando la masonería fracase, fracasarán todas las causas nobles. La masonería rinde su mejor servicio a la humanidad y al Estado al comprender a los individuos dentro del circulo de su gran fraternidad, al exaltar su fe, refinar sus ideales, ampliar sus simpatías y colocarse en el gran sendero blanco. La masonería no es un reformatorio, sino un centro de fuerza espiritual y de moral que, no sólo emplea su fuerza en proteger a las viudas y a los huérfanos, sino también en la empresa más importante aún de acabar con la causa de su dolor, haciendo generosos, justos y buenos a los hombres.

¿Quién podrá medir esta silenciosa, persistente e incansable labor?
¿Quién describir su valor en este mundo de odios, disensiones, amarguras y tristezas?
Ni que decir tiene que nos encontramos en el pináculo, en el centro de una revolución desconcertante de la vida social e industrial, que hoy conmueve a Inglaterra; mañana hace temblar a Francia, y la próxima semana alarma a América. Los hombres piden menos horas de trabajo, sueldos mayores y mejor habitación; pero, aunque todo esto es muy necesario, es más preciso aún que se amen entre sí; porque las divergencias de las disputas no se arreglan en ambientes de hostilidad. Si alguna vez se llega a un acuerdo justo, ha de ser en un ámbito de amistad y respeto mutuos, como el que trata de crear la masonería. Por la dignidad del hombre hay que hacer un llamamiento al sentido moral y a la inteligencia, para resolver los conflictos entre las naciones y las luchas de clases.

Y en medio de la amargura de esta luchas la masonería une, por ser hombres, a todos los humanos ante el altar en que pueden hablar y no luchar, discutir y no disputar, aprendiendo cada uno el punto de vista de su compañero, porque nosotros sólo esperamos del espíritu de amistad y la equidad, de la democracia y de la fraternidad. Y, una vez que este espíritu se haya inculcado en la humanidad, se producirán grandes reconstrucciones, provechosos actos de abnegación, hazañas fraternales y generosas que conviertan la vida humana en una cooperación triunfante, bella y alegre en todo el planeta.

Obra en esto la masonería con gran sensatez, porque, en lugar de aspirar a ser un factor más de este mundo de feudos faccionales, trata de acabar con todas las hostilidades originadas por las diferencias religiosas, sociales y nacionales; ayuda a calmar la altivez del rico y apaciguar la paz en la tierra templando los fanatismos y los odios, resultado de la variedad de lenguajes, razas, credos y colores, mientras se esfuerza al mismo tiempo en que la sabiduría antigua sea provechosa para la época moderna. La masonería no es un partido, ni una secta, ni un culto, sino una gran orden de hombres escogidos, iniciados y juramentados para hacer prevalecer la razón y la voluntad de Dios, una orden que combate infatigable contra las antiguas enemistades e inhumanidades, sin venganzas ni violencias, suavizando los corazones de los hombres e induciéndoles a mejorar su carácter.

¿Tiene comparación acaso nuestra lucha trivial e impotente con la guerra encarnizada que emprendió la Orden venerable desde hace siglos y que seguirá desarrollando cuando hayamos caído nosotros en el polvo?

Así como la Masonería es más que un partido político o un culto social, también es más que una Iglesia, a menos que definamos la iglesia con las palabras de Ruskin: “La verdadera iglesia se encuentra doquiera que una mano se tienda para ayudar a un semejante, y esta es la única y verdadera madre iglesia que existió, existe y seguirá existiendo indefinidamente.” La Masonería no es una religión , es la religión, es un culto en que pueden unirse todos los hombres, para que cada cual participe de la fe de los demás. Se ha objetado con frecuencia que hay quien abandona la iglesia y entra en la Logia masónica, encontrando en ella su morada religiosa; pero en este caso la culpa no es de la masonería, sino de la iglesia, tanto tiempo difamada por la intolerancia y distraída por su odio sectario, que ha aceptado dogmas abstractos imprescindibles para pertenecer a su fraternidad. Muchos hombres religiosos se han visto obligados a salir de la iglesia porque se les exigía que creyesen lo que no podían aceptar, y, antes que sacrificar su integridad, preferían separarse de donde jamás deben apartarse los hombres. La parte más bella de la masonería es su llamamiento a la fraternidad, y no a la tolerancia; a la unidad de espíritu entre las variedades de opinión, y no a la uniformidad. En vez de criticar a la masonería, deberíamos dar gracias a Dios de que haya un altar ante el que no se pide al hombre que renuncie a su libertad de pensamiento para que sea un átomo más en la masa de sectaria aglomeración.

¿Qué mayor testimonio del valor de la orden que el una a hombres de todos los credos en las verdades que están por encima de toda secta y de toda doctrina y que son la gloria y esperanza de la humanidad?

A pesar de que la masonería no es una iglesia, ha conservado religiosamente algunas cosas importantes para la Iglesia, entre ellas el derecho de toda alma individual a tener su propia fe religiosa. Manteniéndose por encima de las sectas y los credos, ha enseñado a todos ellos cómo deben tolerarse y respetarse, sosteniendo un principio más amplio que los suyos: el de la santidad del alma y el deber de reverenciar o de considerar, por lo menos caritativamente, todo cuanto los demás hombres creen sagrado. La masonería es como las criptas de las antiguas catedrales, el lugar en que se reúnen y encuentran hombres de todos los credos, que anhelan algo más profundo, más verdadero, más nuevo y más antiguo de lo que hasta entonces conocen. Al desechar todas sus ideas pueriles, los hombres se encuentran unidos por una fe profunda e infantil, aportando cada uno su propia perla de gran precio a la cripta sosegada:

La masonería, que no es obra exclusiva de una época, pertenece a todas las épocas y, sin adherirse a religión alguna, encuentra grandes verdades en todas las religiones. La masonería ostenta la verdad común a las religiones superiores, la verdad básica de todas ellas, la fe subyacente en todas las sectas, que forma la bóveda de todos los credos, de igual modo que el cielo arriba y el lecho del río abajo ve el fluir de los años mortales. La masonería no trata de explicar o dogmatizar sobre los misterios que la mente humana no puede comprender, pues no va más allá de los hechos de fe, y no tiene, por lo tanto, nada que ver con las sutilezas de investigación concernientes a estas verdades y las envidias y disputas que originan.

Ahí empiezan las divisiones, y la masonería no se fundó para dividir a los hombres, sino para unirlos, dejando que cada hombre piense libremente en lo que quiera y que forme por si mismo su concepto de la verdad. La masonería no hace hincapié más que en dos principios extremadamente sencillos y profundos: el amor a Dios y el amor al hombre. Por esto ha sido y es en todas las épocas un lugar en donde convergen todos los hombres sean cuales fueran sus ideas y una profecía de la unión final de todas las almas abnegadas y reverentes.

Hubo un tiempo en que un hombre concebía un dogma y sostenía que era la verdad eterna. Otro hombre hacia lo mismo, pero con dogma diferente, y, entonces, empezaban a odiarse mutuamente, y cada cual trataba de imponer su dogma a su rival. Este es el epitome de algunas de las páginas más sombrías de la historia. La masonería levanto su protesta contra estos viejos sectarios que substituían la intolerancia por la caridad, la persecución por la amistad y no amaban a Dios porque odiaban a sus prójimos. Un cambio inmenso producido por el incremento de pensamientos y de relaciones personales se está realizando en el mundo religioso. Las sectas, que hasta ahora se consideraban enemigas, están aprendiendo a unirse en cosas de verdadero valor y se sienten, por lo menos, abiertas a los debates y a la discusión. Es decir que se están colocando en la posición masónica, y cuando esto suceda, la masonería será testigo de un suceso que había profetizado hace siglos.

Las antiguas rivalidades existentes entre las sectas han de terminarse al fin y al cabo, olvidadas. Cuando se descubra que los hombres justos y de buen corazón pertenecen a una sola religión y cuando caigan las máscaras de la incomprensión, los hombres se amarán mutuamente y nuestros pequeños dogmas dejarán de existir, perdidos en la visión de una verdad, tan grande, que todos los hombres se sientan uno en su pequeñez y, también, uno en su certidumbre de la divinidad del alma y de “La bondad del misterioso Padre de los hombres” Entonces se preguntarán los hombres cuál es su credo, sino cuál es su necesidad.

Y sobre todos los dogmas que dividen, sobre todas las intolerancias que ciegan, se escribirán las sencillas palabras de la única religión eterna: La paternidad de Dios, la fraternidad humana, la ley moral, la ley de oro y la esperanza de una vida eterna.