LA INICIACION SU IMPORTANCIA
LA INICIACION SU IMPORTANCIA Y SIGNIFICADO
Jorge Luis Quevedo Mera, A:.M:.
B:.R:.L:.S:. Mantaro Nº 118
Va:. de Li:.
09 de abril de 2007, e:.v:.
La palabra “iniciación” proviene del latín INITIATIONEM, tomado de la palabra “INITIATIO”, que significa dar inicio, comenzar, empezar algo.
Ya en las tribus primitivas existían Ceremonias de Iniciación que simbolizaban el fin de un período y el comienzo de otro, el fin de la juventud y el comienzo del ingreso a la sociedad como adulto. La Ceremonia de Bar Mitzvah, entre los judíos, la Primera Comunión, entre los católicos, son ejemplos de ceremonias de Iniciación. En nuestro caso, es el proceso de admisión o aceptación de alguien en el corpus masónico.
La iniciación masónica no es el cumplimiento de una formalidad o solamente un ritual o una ceremonia, sino más que eso, la iniciación es una percepción personal que se incorpora a nuestro ser a través de cada uno de los pasos que vamos dando desde la presentación de nuestra solicitud, nuestra presentación en logia, la aceptación como aspirantes, nuestra aceptación personal para dar ese paso iniciático y luego, nuestra constante búsqueda e investigación respecto a nuestro propio ser una vez incorporados como aprendices. Es decir, la iniciación no es únicamente el paso inicial de ingreso en la masonería, sino nuestra manifestación de voluntad y nuestra predisposición personal para lograr alcanzar una mejora continua y permanente de nuestro espíritu.
Desde el primer momento, la simbología del ritual nos lleva de la mano en el aprendizaje de la iniciación. No consiste en un espectáculo dramático ni aparatoso, sino que su acción profunda transmute integralmente el individuo.[1]
Así, el aspirante es recibido con los ojos vendados y conducido al cuarto de reflexiones, que consiste en un lugar separado del Templo, totalmente pintado de negro, en el que se ubican huesos humanos y se aprecian máximas morales escritas en cuadros colgados a las paredes. No olvidemos que en este cuarto podemos leer inscripciones tales como: “Si la curiosidad te ha conducido aquí...Vete, Conócete a ti mismo, Polvo eres y en polvo te convertirás, Naciste para morir, Para emplear bien tu vida...piensa en la muerte, Si el interés te guía...Vete, Si rindes homenaje a las distinciones humanas... vete, por que aquí no se conocen, Si temes que te echen en cara tus defectos... no sigas adelante, Si disimulas... serás descubierto, Si tienes miedo... retírate”
Todo esto servirá para indicarle que se encuentra sumido todavía en un mundo de tinieblas; y así, a oscuras y en silencio, “es despojado de sus metales”. El despojo material es sencillo, fácil es vaciar los bolsillos, difícil resulta que sea el espíritu el que se desprenda de todo cuanto le deslumbra. “Aceptar la pobreza intelectual es condición previa para ingresar en la confraternidad de los iniciados, como también en el reino de Dios. Ser consciente de nuestra propia ignorancia y rechazar los conocimientos que hemos creído poseer es capacitarnos para aprender lo que deseamos saber. Para llegar a la Iniciación es preciso volver al punto de partida del mismo conocimiento, en otros términos, a la ignorancia del sabio, que sabe ignorar lo que muchos otros se figuran saber, quizá demasiado fácilmente. Las ideas preconcebidas, los prejuicios admitidos sin el debido contraste falsean nuestra mentalidad. La Iniciación exige que sepamos desecharlos para volver al candor infantil o a la sencillez del hombre primitivo, cuya inteligencia es virgen de toda enseñanza presuntuosa.”[2]
Es aprender del sabio la famosa frase “sólo se que nada se” y emprender la búsqueda de ese saber con humildad, a través del conocimiento de nuestros propios defectos y virtudes. Este encuentro consigo mismo es el primer paso de la iniciación, puesto que en este proceso el aprendiz tendrá que encontrarse a si mismo continua y permanentemente. Esta regresión a lo profundo de la tierra, en oscuridad, indica la muerte simbólica del candidato para la vida material, encontrándose con la posibilidad del ascenso espiritual a través de su búsqueda constante de la luz.
Según Renee Guenón, “…es al individuo a quien pertenece la iniciativa de una «realización» que perseguirá metódicamente, bajo un control riguroso e incesante, y que deberá llevarle normalmente a rebasar las posibilidades mismas del individuo como tal; es indispensable agregar que esta iniciativa no es suficiente, ya que es bien evidente que el individuo no podría rebasarse a sí mismo por sus propios medios, pero, y es esto lo que nos importa por el momento, es esa iniciativa la que constituye obligatoriamente el punto de partida de toda «realización» para el iniciado…”[3]
Habiéndose dado tiempo y oportunidad al candidato, tocará la puerta del templo, y será anunciado por el G.T.I. al 2º Vig:., “…a la puerta del Templo tocan profanamente” y se procederá a verificar quien es el que pide entrada por encargo del V:.M:. Entonces, el G:.T:.E:. se encargará de informar que se trata de una persona “en estado de tinieblas, quien ha sido bien y dignamente recomendado, regularmente propuesto y aprobado en Logia abierta”.
Si bien el estado de tinieblas se presenta al encontrarse el candidato con los ojos completamente vendados, esto en verdad representa el estado espiritual del mismo, que en tanto profano, se encuentra en las tinieblas y se encaminará hacia la búsqueda de su propia luz interior. También significa que el candidato se presenta por su propia y libre voluntad, habiéndose establecido que se trata de un “hombre libre y de buenas costumbres”.
Al traspasar la puerta del Templo por primera vez se dará inicio a la etapa de “purificación”, que consiste en los viajes que hará el candidato[4]. Partiendo de occidente, el candidato “ha de abrirse paso a través de la inextricable maraña de las concepciones mal venidas para alcanzar penosamente el Oriente de donde brota la luz. Por otra parte, al salir de las tinieblas de la noche la luz matutina le deja discernir solamente lo absurdo de las teorías preconizadas para explicar lo inexplicable; convencido de su impotencia para penetrar el misterio de las cosas emprende el regreso hacia Occidente siguiendo ahora la ruta del mediodía.”[5] Al completar la primera vuelta, ya el candidato percibe que avanza a pesar de los obstáculos y las dificultades y que las huellas de su paso van quedando atrás, recordando que son el signo de su pasado.
En palabras de Oswald Wirth, “vuelve a empezar el periplo que sigue indefinidamente, siempre en el mismo sentido partiendo de Occidente en dirección al Norte, para regresar luego de Oriente por la vía del Mediodía. Cada vez resulta menos áspero el camino por más que abunden los obstáculos: hay que trepar por unas montañas, transitar por llanuras llenas de peligros, cruzar ríos de impetuosa corriente, explorar desiertos abrasadores y sondear abismos volcánicos. Tales son las pruebas que hay que soportar, no simbólicamente ni en imaginación, sino en su verdadero significado, o sea “en espíritu y en verdad”, con el objeto de que la venda de nuestra ignorancia vaya adelgazándose para caer por fin de nuestros ojos cuando termina nuestra purificación mental.”[6]
Seguirá luego la misma marcha por tercera vez, siempre en sentido horario, y luego será interrogado para determinar si verdaderamente se encuentra preparado para ser iniciado. Tendrá entonces que declarar con sinceridad si su voluntad es libre y firme y no se encuentra impulsada por influencia exógena, que tiene un buen concepto de la institución y que tiene la convicción personal de emprender la nueva ruta que se le presenta comprometiéndose de corazón a dar fiel cumplimiento a los antiguos usos y costumbres de la masonería.
“Tal es el proceso tradicional de la iniciación masónica; es la enseñanza por el silencio: nada de palabras que puedan faltar a la verdad, sino solamente actos cuya finalidad es invitarnos a la investigación. No encontramos aquí una doctrina explícita, sino únicamente un ritual por medio del cual vivimos lo que debemos aprender. Ningún dogma y solamente unos símbolos”.[7]
Es entonces que se hará cargo de la responsabilidad que asume mediante la formulación del juramento sagrado, siendo su primera obligación la estricta observancia de la ley moral. “El iniciado no se las dará, pues, de superhombre desdeñoso de la moral ordinaria, ni se considerará eximido de ninguna de las obligaciones que pesan sobre el hombre sencillamente honrado; lejos de querer aligerarse de la carga normalmente impuesta a todos, se conforma, todo al contrario, en aumentarla en proporción de sus fuerzas tanto morales como intelectuales.”[8]
Siendo por tanto un acto que requiere un impulso personal e individual, una decisión propia basada en el razonamiento, la percepción y el conocimiento, es pues el reflejo de su propia alma, por lo que la falta de sinceridad en el desarrollo del ritual y en sus declaraciones y promesas, no significa sino un engaño a si mismo, y una falta contra su propia personalidad. No engañará a la institución, ni a sus componentes, sino a si mismo.
Luego, se le hace presente su primera obligación formal que concierne a la discreción: debe comprometerse a guardar silencio en presencia de los profanos, puesto que la Iniciación confía secretos que no deben ser divulgados. “El Iniciado es siempre discreto: nunca pontifica, huye del dogmatismo y se esfuerza en todas las circunstancias y en todo lugar para encontrar una verdad que sabe en conciencia no poseer.”[9]
Es entonces que se le quitan las vendas recibiendo toda la luz del templo y el V:.M:. le muestra las tres grandes luces, el V:. de la L:. S:., la E:. y el C:. y le da su primera instrucción respecto al significado de ellas. Luego le muestra las tres luces menores y su significación.
La instrucción continuará a partir de entonces permanentemente, pero para el neófito tiene una gran importancia el entendimiento de su paso de las tinieblas a la luz. Será puesto en su conocimiento el templo en su integridad, donde a cada paso irá descubriendo el significado de cada símbolo y su aplicación en la construcción de su propio templo interior.
Finalmente es colocado al Nor Este del Templo y será investido con el mandil de aprendiz masón, emblema de pureza y virtud que deben caracterizarlo. A partir de entonces, será considerado iniciado y deberá cumplir con las obligaciones y deberes propios de su grado. Investido, se le darán a conocer los instrumentos de trabajo del aprendiz masón, la Vara de 24 pulgadas, el Mazo y el Cincel. También se le hará reconocer el cargo, que contiene las regulaciones de la orden.
Una vez reconocido, admitido y proclamado aprendiz masón ha dado el primer paso en su camino en la masonería y a partir de ahí será responsable de avanzar continuamente en búsqueda de la Luz.
[1] El Ideal Iniciático; Oswald Wirth; 1979; Buenos Aires; Kier; 2da. Edición
[2] Op. Cit. ; p. 8
[3] RENÉ GUÉNON — APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN; p. 11-12
[4] LOS CUATRO ELEMENTOS INICIATICOS http://www.freemasonry.com/ramini.html#_ednref9
[5] Oswald Wirth; El Ideal Iniciático; p. 3
[6] Op Cit.
[7] Op. Cit.; p.3
[8] Op. Cit.; p.4
[9] Op.Cit.: p. 5
Jorge Luis Quevedo Mera, A:.M:.
B:.R:.L:.S:. Mantaro Nº 118
Va:. de Li:.
09 de abril de 2007, e:.v:.
La palabra “iniciación” proviene del latín INITIATIONEM, tomado de la palabra “INITIATIO”, que significa dar inicio, comenzar, empezar algo.
Ya en las tribus primitivas existían Ceremonias de Iniciación que simbolizaban el fin de un período y el comienzo de otro, el fin de la juventud y el comienzo del ingreso a la sociedad como adulto. La Ceremonia de Bar Mitzvah, entre los judíos, la Primera Comunión, entre los católicos, son ejemplos de ceremonias de Iniciación. En nuestro caso, es el proceso de admisión o aceptación de alguien en el corpus masónico.
La iniciación masónica no es el cumplimiento de una formalidad o solamente un ritual o una ceremonia, sino más que eso, la iniciación es una percepción personal que se incorpora a nuestro ser a través de cada uno de los pasos que vamos dando desde la presentación de nuestra solicitud, nuestra presentación en logia, la aceptación como aspirantes, nuestra aceptación personal para dar ese paso iniciático y luego, nuestra constante búsqueda e investigación respecto a nuestro propio ser una vez incorporados como aprendices. Es decir, la iniciación no es únicamente el paso inicial de ingreso en la masonería, sino nuestra manifestación de voluntad y nuestra predisposición personal para lograr alcanzar una mejora continua y permanente de nuestro espíritu.
Desde el primer momento, la simbología del ritual nos lleva de la mano en el aprendizaje de la iniciación. No consiste en un espectáculo dramático ni aparatoso, sino que su acción profunda transmute integralmente el individuo.[1]
Así, el aspirante es recibido con los ojos vendados y conducido al cuarto de reflexiones, que consiste en un lugar separado del Templo, totalmente pintado de negro, en el que se ubican huesos humanos y se aprecian máximas morales escritas en cuadros colgados a las paredes. No olvidemos que en este cuarto podemos leer inscripciones tales como: “Si la curiosidad te ha conducido aquí...Vete, Conócete a ti mismo, Polvo eres y en polvo te convertirás, Naciste para morir, Para emplear bien tu vida...piensa en la muerte, Si el interés te guía...Vete, Si rindes homenaje a las distinciones humanas... vete, por que aquí no se conocen, Si temes que te echen en cara tus defectos... no sigas adelante, Si disimulas... serás descubierto, Si tienes miedo... retírate”
Todo esto servirá para indicarle que se encuentra sumido todavía en un mundo de tinieblas; y así, a oscuras y en silencio, “es despojado de sus metales”. El despojo material es sencillo, fácil es vaciar los bolsillos, difícil resulta que sea el espíritu el que se desprenda de todo cuanto le deslumbra. “Aceptar la pobreza intelectual es condición previa para ingresar en la confraternidad de los iniciados, como también en el reino de Dios. Ser consciente de nuestra propia ignorancia y rechazar los conocimientos que hemos creído poseer es capacitarnos para aprender lo que deseamos saber. Para llegar a la Iniciación es preciso volver al punto de partida del mismo conocimiento, en otros términos, a la ignorancia del sabio, que sabe ignorar lo que muchos otros se figuran saber, quizá demasiado fácilmente. Las ideas preconcebidas, los prejuicios admitidos sin el debido contraste falsean nuestra mentalidad. La Iniciación exige que sepamos desecharlos para volver al candor infantil o a la sencillez del hombre primitivo, cuya inteligencia es virgen de toda enseñanza presuntuosa.”[2]
Es aprender del sabio la famosa frase “sólo se que nada se” y emprender la búsqueda de ese saber con humildad, a través del conocimiento de nuestros propios defectos y virtudes. Este encuentro consigo mismo es el primer paso de la iniciación, puesto que en este proceso el aprendiz tendrá que encontrarse a si mismo continua y permanentemente. Esta regresión a lo profundo de la tierra, en oscuridad, indica la muerte simbólica del candidato para la vida material, encontrándose con la posibilidad del ascenso espiritual a través de su búsqueda constante de la luz.
Según Renee Guenón, “…es al individuo a quien pertenece la iniciativa de una «realización» que perseguirá metódicamente, bajo un control riguroso e incesante, y que deberá llevarle normalmente a rebasar las posibilidades mismas del individuo como tal; es indispensable agregar que esta iniciativa no es suficiente, ya que es bien evidente que el individuo no podría rebasarse a sí mismo por sus propios medios, pero, y es esto lo que nos importa por el momento, es esa iniciativa la que constituye obligatoriamente el punto de partida de toda «realización» para el iniciado…”[3]
Habiéndose dado tiempo y oportunidad al candidato, tocará la puerta del templo, y será anunciado por el G.T.I. al 2º Vig:., “…a la puerta del Templo tocan profanamente” y se procederá a verificar quien es el que pide entrada por encargo del V:.M:. Entonces, el G:.T:.E:. se encargará de informar que se trata de una persona “en estado de tinieblas, quien ha sido bien y dignamente recomendado, regularmente propuesto y aprobado en Logia abierta”.
Si bien el estado de tinieblas se presenta al encontrarse el candidato con los ojos completamente vendados, esto en verdad representa el estado espiritual del mismo, que en tanto profano, se encuentra en las tinieblas y se encaminará hacia la búsqueda de su propia luz interior. También significa que el candidato se presenta por su propia y libre voluntad, habiéndose establecido que se trata de un “hombre libre y de buenas costumbres”.
Al traspasar la puerta del Templo por primera vez se dará inicio a la etapa de “purificación”, que consiste en los viajes que hará el candidato[4]. Partiendo de occidente, el candidato “ha de abrirse paso a través de la inextricable maraña de las concepciones mal venidas para alcanzar penosamente el Oriente de donde brota la luz. Por otra parte, al salir de las tinieblas de la noche la luz matutina le deja discernir solamente lo absurdo de las teorías preconizadas para explicar lo inexplicable; convencido de su impotencia para penetrar el misterio de las cosas emprende el regreso hacia Occidente siguiendo ahora la ruta del mediodía.”[5] Al completar la primera vuelta, ya el candidato percibe que avanza a pesar de los obstáculos y las dificultades y que las huellas de su paso van quedando atrás, recordando que son el signo de su pasado.
En palabras de Oswald Wirth, “vuelve a empezar el periplo que sigue indefinidamente, siempre en el mismo sentido partiendo de Occidente en dirección al Norte, para regresar luego de Oriente por la vía del Mediodía. Cada vez resulta menos áspero el camino por más que abunden los obstáculos: hay que trepar por unas montañas, transitar por llanuras llenas de peligros, cruzar ríos de impetuosa corriente, explorar desiertos abrasadores y sondear abismos volcánicos. Tales son las pruebas que hay que soportar, no simbólicamente ni en imaginación, sino en su verdadero significado, o sea “en espíritu y en verdad”, con el objeto de que la venda de nuestra ignorancia vaya adelgazándose para caer por fin de nuestros ojos cuando termina nuestra purificación mental.”[6]
Seguirá luego la misma marcha por tercera vez, siempre en sentido horario, y luego será interrogado para determinar si verdaderamente se encuentra preparado para ser iniciado. Tendrá entonces que declarar con sinceridad si su voluntad es libre y firme y no se encuentra impulsada por influencia exógena, que tiene un buen concepto de la institución y que tiene la convicción personal de emprender la nueva ruta que se le presenta comprometiéndose de corazón a dar fiel cumplimiento a los antiguos usos y costumbres de la masonería.
“Tal es el proceso tradicional de la iniciación masónica; es la enseñanza por el silencio: nada de palabras que puedan faltar a la verdad, sino solamente actos cuya finalidad es invitarnos a la investigación. No encontramos aquí una doctrina explícita, sino únicamente un ritual por medio del cual vivimos lo que debemos aprender. Ningún dogma y solamente unos símbolos”.[7]
Es entonces que se hará cargo de la responsabilidad que asume mediante la formulación del juramento sagrado, siendo su primera obligación la estricta observancia de la ley moral. “El iniciado no se las dará, pues, de superhombre desdeñoso de la moral ordinaria, ni se considerará eximido de ninguna de las obligaciones que pesan sobre el hombre sencillamente honrado; lejos de querer aligerarse de la carga normalmente impuesta a todos, se conforma, todo al contrario, en aumentarla en proporción de sus fuerzas tanto morales como intelectuales.”[8]
Siendo por tanto un acto que requiere un impulso personal e individual, una decisión propia basada en el razonamiento, la percepción y el conocimiento, es pues el reflejo de su propia alma, por lo que la falta de sinceridad en el desarrollo del ritual y en sus declaraciones y promesas, no significa sino un engaño a si mismo, y una falta contra su propia personalidad. No engañará a la institución, ni a sus componentes, sino a si mismo.
Luego, se le hace presente su primera obligación formal que concierne a la discreción: debe comprometerse a guardar silencio en presencia de los profanos, puesto que la Iniciación confía secretos que no deben ser divulgados. “El Iniciado es siempre discreto: nunca pontifica, huye del dogmatismo y se esfuerza en todas las circunstancias y en todo lugar para encontrar una verdad que sabe en conciencia no poseer.”[9]
Es entonces que se le quitan las vendas recibiendo toda la luz del templo y el V:.M:. le muestra las tres grandes luces, el V:. de la L:. S:., la E:. y el C:. y le da su primera instrucción respecto al significado de ellas. Luego le muestra las tres luces menores y su significación.
La instrucción continuará a partir de entonces permanentemente, pero para el neófito tiene una gran importancia el entendimiento de su paso de las tinieblas a la luz. Será puesto en su conocimiento el templo en su integridad, donde a cada paso irá descubriendo el significado de cada símbolo y su aplicación en la construcción de su propio templo interior.
Finalmente es colocado al Nor Este del Templo y será investido con el mandil de aprendiz masón, emblema de pureza y virtud que deben caracterizarlo. A partir de entonces, será considerado iniciado y deberá cumplir con las obligaciones y deberes propios de su grado. Investido, se le darán a conocer los instrumentos de trabajo del aprendiz masón, la Vara de 24 pulgadas, el Mazo y el Cincel. También se le hará reconocer el cargo, que contiene las regulaciones de la orden.
Una vez reconocido, admitido y proclamado aprendiz masón ha dado el primer paso en su camino en la masonería y a partir de ahí será responsable de avanzar continuamente en búsqueda de la Luz.
[1] El Ideal Iniciático; Oswald Wirth; 1979; Buenos Aires; Kier; 2da. Edición
[2] Op. Cit. ; p. 8
[3] RENÉ GUÉNON — APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN; p. 11-12
[4] LOS CUATRO ELEMENTOS INICIATICOS http://www.freemasonry.com/ramini.html#_ednref9
[5] Oswald Wirth; El Ideal Iniciático; p. 3
[6] Op Cit.
[7] Op. Cit.; p.3
[8] Op. Cit.; p.4
[9] Op.Cit.: p. 5
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