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martes, julio 26, 2005

LA VIDA DESPUES DE LA MUERTE - ENVIO 30/42

LIBRO “EL SER HUMANO”, ESPECULACIONES SOBRE SU MISTERIO (ENVIO 30/42)
Roger Jordán Palomino


La vida después de la muerte

El Alma, por no tener la misma natu­raleza de la parte mineral, vegetal y animal del ser humano, debe continuar su existencia en un plano de su misma naturaleza, plano del que, como sostienen algunos filósofos racionalistas y escépticos, no se conoce nada, pero cuyo desconocimiento no permite negar que dicha forma de vida o energía debe continuar eternamente, pues de no ser así, se estaría negando el axioma científico de la eternidad de la energía y de la materia que los mismos escépticos sostienen como cierta.

Armado Robles Godoy, nuestro cineasta, y coincidiendo con los escépticos sostiene en un articulo que: “La muerte es irreversi­ble y que implica la desaparición definitiva de quien muere; que no hay relación alguna entre lo que se llama vida, y ese algo o esa nada que aguarda al hombre después de su muerte, porque la línea divisoria, es absoluta; por lo menos desde el punto de vista de la vida; porque desde el otro punto, no se sabe nada”.

Sostiene también, que: “Ignora como es, o como fue, la naturaleza específica de la humanidad cuando esta apareció”. Dice que: “La capacidad creativa del hombre, es tan intensamente casual que no se explica como pudo haber modificado tan variada y profundamente lo que probablemente fue su primera naturaleza, que ahora resulta incomprensible concebirla. Se refiere así, a la evolución del hombre.

Aquí encontramos la gran contradicción en la que caen los escépticos, normalmente racionalistas, y que servirá como único punto de apoyo racional para sostener que la vida continua después de la llamada muerte.

Efectivamente, no se puede aceptar racionalmente que la capacidad evolutiva se deba a la casualidad, y que por dicha casualidad el hombre pueda haberse trans­formado desde su naturaleza original hacia sucesivas y superiores naturalezas.

La razón es muy simple; una capacidad evolutiva con energía suficiente para hacer devenir a la raza humana hacia sucesivas naturalezas superiores, no puede ser casual sino profundamente inteligente y causal como para permitirle conocer cada día mas e intuir valores éticos y estéticos que, no sólo lo han impulsado como especie hacia sucesivas y superiores naturalezas, sino que continua impulsándolo hacia destinos que no se pueden avizorar. El producto de esa capacidad se denomina Civilización y la Civilización no puede ser producto de la casualidad sino de la causalidad.

Al constituir la Civilización un proceso histórico de evolución del hombre, desde sus primeras apariciones como especie hasta lo que es ahora, quiere decir entonces que esa causalidad y al mismo tiempo capacidad evolutiva de la especie, debe radicar en una parte de su ser, mientras vive, y que no puede morir luego después de su muerte física, continuando su existencia en otro plano diferente al de la vida que se conoce, plano en el que deben operarse necesariamente procesos que tienen mucho que ver con la evolución de la especie la que, en su trágico devenir, y a pesar de sus continuos y terribles errores, tiende a la evolución.

¿Qué impide entonces llamar Alma a la entidad que posibilita al hombre a poseer tal capacidad evolutiva y llamar como se quiera, al plano o planos de existencia en el que continua su existencia dicha entidad después de la muerte, así como se llama tierra al plano o lugar donde vive?

Si aceptamos la existencia de los planos antes indicados, debemos aceptar también que estos no pueden tener las mismas características que la tierra en la que su característica principal, así como la de todo el orden visible del Universo, es su tridimensionalidad y consecuente materialidad.

Si nos atenemos al axioma de que la materia es energía condensada, al morir el hombre, debe iniciarse inmediatamente un proceso de descondensación de la materia hacia los elementos que la han constituido, hecho visible, dado vida y hecho consciente, de tal manera que se queden en la tierra, como se ha descrito anteriormente, sujetos a las leyes de la materialidad todos los elementos netamente materiales, y reintegrándose al Espíritu de Dios que lo interpenetra todo, los elementos energéticos que le han dado vida vegetal y animal para su reutilización en nuevas vidas; y la parte del Espíritu de Dios llamada Alma, que lo ha dotado de Consciencia, debe reintegrarse hacia el o planos del Espíritu de Dios que le permitan existir sin rasgos ya de materialidad alguna para la realización de los procesos necesarios a la evolución de la especie humana.

En los planos de existencia en los que se realizarán los procesos necesarios para la evolución de la especie humana, después de la muerte de un hombre, debe funcionar una naturaleza pluridimensional, a diferencia de la naturaleza tridimensional de la tierra en la que vivía, y dependerá del grado de evolución, que se pueda percibir interdimensional y plenamente cada plano de dicha existencia.

En este punto, es importante recordar lo referente al Yo o Ego, y de los centros de los que se trató en la segunda parte.

Se había expresado que el Yo o Ego resultaba como consecuencia de la dialéctica de la dualidad de la naturaleza positiva del Alma y de la naturaleza negativa del cuerpo, y que si el hombre, por su libre albedrío, se inclinaba mas hacia los reclamos del cuerpo, resultaba un Yo de tendencia negativa con mayor afinidad con la tierra, y si por el contrario, el hombre se inclinaba mas hacia los reclamos del cuerpo y del Alma en forma armónica, resultaba un Yo de tendencia positiva, con mayor afinidad a la naturaleza espiritual de esta.

Se había expresado además que el Yo o Ego, se adosaba al Alma, resultando que cuando este Yo era de tendencia negativa, actuaba como una empañadura que dificultaba que el Alma proyecte su luz para guiar al hombre hacia la trascendencia; por el contrario, cuando era de tendencia positiva, cuanto más evolucionado era el ser, casi llegaba a confundirse con el Alma y que, por tal razón, muchas veces se denominaba al Alma como Alma-Personalidad como se hará a partir de ahora.

Se había expresado también que, cuando el hombre muere, expira por la boca su última cantidad de aire, y que en dicha expiración salía su Alma, así como había ingresado a su cuerpo con su primera aspiración por la nariz; entendiéndose luego, que el Alma sale con el Yo o Ego adosado a ella, llevando consigo todas sus vivencias, sean estas positivas o negativas.

Ahora puede resultar claro, como el Alma-Personalidad ya desencarnada, puede actuar en los planos pluridimensionales a los que va después de la muerte del hombre según la evolución que haya logrado este mientras vivía en la tierra; planos en los que se insiste, deben operarse los procesos necesarios a la civilización de la humanidad, civilización que se supone es producto de su evolución espiritual.