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domingo, julio 24, 2005

LA MUERTE DEL SER HUMANO - ENVIO 29/42

LIBRO “EL SER HUMANO”, ESPECULACIONES SOBRE SU MISTERIO (ENVIO 29/42)
Roger jordan Palomino

La muerte del ser humano

Absortos e impotentes frente al cadáver de un ser humano, se confunden en la Razón y en la Emoción, encontrados razonamientos y sentimientos sobre la muerte, ¿ Aquí terminó todo?, ¿Qué pasó con la vida de este ser? ¿Dónde se ha ido su personalidad?

La muerte es la máxima prueba a la capacidad mental y emocional del ser humano; allí su razonamiento se encuentra frente al más formidable de los enigmas por resolver, y sus sentimientos frente a la máxima prueba a su valor por la certidumbre de su inevitabilidad.

Pero a pesar de lo expresado, aun es posible especular dentro de algunos de los espacios conceptuales del Racionalismo, el que, cuanto más pretende razonar sobre lo desconocido con su clásica metodología, cae en mas contradicciones sobre aspectos íntimamente relacionados con la vida y la muerte.

Según el Racionalismo, el Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Lengua Española de la Editorial Sopena define a la Vida como: "La fuerza interna substancial de los seres orgánicos, mediante la cual obran estos" y Muerte es: "la cesación de la vida".

En otra parte, según el Racionalismo y en este mismo diccionario se define a la fuerza como: "La energía y eficacia natural de las cosas", y a la Energía como: “Un término abstracto de la Física que se usa para designar la magnitud equivalente a un trabajo mecánico”. “Todos los fenóme­nos físicos”, dice, “Son manifestaciones diversas de la energía a la que sólo se conoce por los efectos que causa sobre los sentidos"

Se puede apreciar hasta ahora que según el Racionalismo, la vida es una fuerza y esta es producida por una energía.

Pero también se conoce por el Racionalismo, que la energía no sólo es todo aquello que es capaz de causar una transformación, y que la materia es una de las manifes­taciones de la energía; sino que se conoce además que, ni la Mate­ria ni la Energía desaparecen, que sólo se transforman, por lo que implícitamente les reconocen su eternidad, es decir su capaci­dad de no morir, sino sólo de cambiar de estado.

El Racionalismo de la ciencia también acepta que en un ser humano, la vida se perci­be en diferentes planos que son el mineral, el vegetal, el animal y el consciente como ya se expresó en la segunda parte de este trabajo; cada uno de ellos estudiados por diferentes disciplinas científicas con sus propias y particulares leyes, excepto el nivel de la vida consciente que se lo disputan el Racionalismo y el Misticismo.

Efectivamente, hasta ahora, el Racionalismo de la Ciencia, particularmente la Psicología y la Psiquiatría, no posee poder metodológico para demostrar la real natu­raleza de esta energía a la que llaman Consciencia, y los místicos Alma. El Racionalismo de la Ciencia sostiene sin embargo que la parte mineral, vegetal y animal puede ser influida notablemente por esta. Por Ejemplo, una alteración de la Consciencia, puede facilitar la caída del cabello, la impotencia sexual, etc.

Entonces, ¡El Racionalismo de la Ciencia acepta que si existe relación entre los niveles de vida mineral, vegetal, animal y consciente presentes en un ser humano!

Esta particularísima y sutilísima forma de ener­gía aun no mensurable llamada Consciencia por el Racionalismo y Alma por el Misticismo, y que nadie puede ya negar con rigor metodológico; según el Racionalismo, es capaz de impulsar también al hombre a la percepción y a la necesidad de buscar el conoci­miento para progresar, y a vislumbrar e intuir ciertos valores éticos y estéticos, que nadie racionalmente podría sostener, son producto de nuestra parte mineral, vegetal o animal, ya que estas tienen sus propias y particulares leyes; no quedando otra alternativa, hasta ahora, que aceptar, que dicha forma de energía actúa en algún plano de existencia todavía inalcanzable a la comprensión del hombre y a su Racionalismo.

Ahora bien, ¿donde van las formas de vida antes mencionadas cuando el ser humano muere?

Primeramente, hay que aceptar que la muerte ocurre porque la parte material del ser, sea este vegetal, animal o humano, ha perdi­do su capacidad de contener la energía de vida, sea por enfer­medad, vejez, accidente, etc.

Efectivamente, la parte material de un ser cobra vida propia desde el momento mismo en que, por la acción de las capacidades de otras formas de vida, se da a su vez, la capacidad de contener por sí mismo, parte del Espíritu de Dios.

En el caso del hombre, dicha capacidad se da desde el momento mismo en que se produce su concepción por la unión de las capacidades de un espermatozoide y de un óvulo, produciéndose luego su natural desarrollo animal en el vientre materno hasta que, luego de nueve meses, se produce su nacimiento y su primera aspiración de aire por la nariz, instante este, en que el recién nacido deja de ser una entidad dependiente de la madre y se convierte en un ser humano pues su desarrollo en la gestación, le ha permitido aspirar, al nacer, la parte del Espíritu de Dios que será su Alma mientras viva hasta el instante de su muerte, en que expirará por la boca lo último de aire que quede en su cuerpo. Extraña coincidencia la que se plantea en la vida del ser humano; nace a la vida terrena luego de nueve meses y muere para ella en su “hora novena”; es decir, necesita nueve meses para desarrollar su parte animal dentro del vientre materno y estar listo a aspirar, con su nacimiento, el aliento de Dios y convertirse en Alma viviente, para luego evolucionar espiritualmente, desde el número uno hasta el 09 antes de dejar para siempre la vida terrenal en su “Hora novena”.

Así pues, se debe entender que el ser humano, posee Alma propia desde su primera aspiración, reproduciendo así la creación del hombre simbólicamente relatada en la Biblia cuando dice que “Dios creó al hombre del polvo de la tierra, soplando en su nariz aliento de vida para convertirse luego en Alma viviente”. (Génesis 2,7), saliendo esta Alma de su cuerpo en el instante mismo en que al morir, se produce la última expiración por la boca del aire que lo mantuvo vivo, para, a partir de ese momento iniciarse el proceso de retorno de su parte material al polvo de la tierra de la que fue hecho reproduciéndose nuevamente lo relatado simbólicamente en la Biblia cuando Dios le dijo a Adán “ Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres, y al polvo volverás”(Génesis 3,19).

Así pues, cuando un ser humano muere, al igual que un vegetal o animal, su parte material continua su transformación según las leyes de su particular naturaleza de tal manera que, al final, sus restos materiales quedan reducidos a sus elementos básicos que corresponden al reino mineral. Así, las energías de vida vegetativa e instintiva, por haber servido para mantener las funciones vegetativas y animales del ser humano mientras este vivía, se van transfor­mando o adaptando para sustentar otras formas de vida que aparecen primeramente en la descomposición del cuerpo para continuar luego hacia otras formas de vida vegetal y animal, y así eternamente. Recordemos, la energía no desaparece, sólo se transforma.

Pero, ¿Qué ocurre con esa parte de la vida, que el Racionalismo llama Consciencia y que el Misticismo llama Alma?.

Al no tener las respuestas que normalmente se obtienen con la razón sobre lo que ocurre con el Alma después de la muerte, no se tiene otra alternativa que recurrir a la fe si se dispone de ella.

Luego de este último recurso para obtener las respuestas que el hombre necesita frente a la muerte, sólo sigue, o el escepticismo y la desesperanza o la certeza, ¡ Sí, certeza! de que la vida puede seguir después de la muerte.

Por ello ¡Pobre del que no tiene fe, o si la tiene, pobre del que la sustenta sólo en el dogmatismo, y ¡Feliz el que sustenta su fe en la Intuición, que es la voz del Alma, de que se sigue viviendo después de haber muerto!

Vivir así con la Intuición en la vida después de la muerte, es haber logrado la evolución necesaria para comprender el misterio del ser humano, acallando las voces internas de los razonamientos falaces de la mente racional para escuchar en forma nítida la voz del Alma sobre la real naturaleza de la vida y de la muerte.

Vivir así, es estar preparados a la inevitable muerte, convencidos de que los razonamientos sólo sirven para vivir pero no para morir, por lo que las respuestas que se obtengan de la Intuición sobre la naturaleza de la muerte serán mas que suficientes, así como le es suficiente al hombre intuir la presencia de Dios en todas partes y dentro de sí mismo.

Por lo expresado, si quien lee este trabajo no tiene la fe necesaria para escuchar su propia Intuición sobre Dios y la inmortalidad del alma, no debe seguir adelante en su lectura, pues perderá su tiempo, y si cree que puede encontrar respuestas en la Ciencia y la Filosofía, con toda seguridad también perderá su tiempo.

Aun no existe explicación satisfactoria en un Racionalismo que apenas reconoce que ha llegado al átomo y recién avizora que en esta última parte de la materia, se hace realidad lo que los sabios del hermetismo ya conocían hace mas de cinco mil años; es decir que la materia no es mas que energía condensada, y que esta no es mas que luz condensada, y que esta no es mas que pensamiento condensado, y que este no es mas que amor condensado y que este no es mas que espíritu condensado, y que el espíritu es la primera manifestación de Dios, como ya se había expresado en la segunda parte.

A partir de este punto, por no haber base científica ni filo­sófica, se continuará con la especulación desde un punto de vista netamente místico.