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jueves, junio 09, 2005

EL SER HUMANO - PREFACIO - 4/42

(EL SER HUMANO, ESPECULACIONES SOBRE SU MISTERIO, ENVIO 4/42)


PREFACIO

Ofrezco a la consideración del lector el presente trabajo, en el convencimiento de que las vidas de los seres humanos discurren por tantas rutas como individualidades existan las que, sin embargo, son concurrentes a los grandes caminos que las circunstancias de sus vidas les impongan como inevitables, sea por la época en la que les tocó nacer, o por el lugar y cultura en la que les tocó vivir y morir.

Por tal razón, en la certeza de que gran parte de nuestras vidas la pasamos buscando una verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos según nuestras particulares rutas, he escrito este trabajo para encontrarme con ellos en el gran camino que nuestra común circunstancia de tiempo y espacio nos ha impuesto como ineludible seguir en esta vida; no tanto para hallar coincidencias con sus propias experiencias, que tal actitud sería de ociosa curiosidad, sino, por el contrario, para enriquecerme con ellas y, si me permiten, para aportar con las mías.

Los seres humanos somos, en esencia, grandes buscadores de lo mismo, por lo que mi primera petición a mis lectores es que me dispensen su tolerancia por querer compartir lo que, por ahora, son mis conclusiones particulares sobre Dios y sobre el hombre como si estas fueran una tesis que se plantea para su crítica y controversia. No es así, porque, lo que leerán no es la verdad, tampoco es mentira, sólo es lo que hasta ahora es mí verdad, producto de mis especulaciones; por lo que mi segunda petición es que, si hubiera alguien quien al leer este trabajo, llegara a pensar que valió la pena hacerlo, recíbalo en su corazón y recomiende su lectura a otros; si no, guarde su silencio comprensivo hacia uno que, como él, también busca sinceramente su verdad.

En estas páginas no verán reflejada metodología alguna pues, una de las primeras conclusiones a las que arribé, fue la de no fiarme de ninguna de ellas, pues consideré que las usuales metodologías resultaban ser instrumentos harto débiles frente a la magnitud del problema por resolver: Dios y El ser humano. Así pues, este trabajo es el resultado de especulaciones basadas, algunas de ellas en la Ciencia, otras en la Filosofía, y la gran mayoría, en la intuición simple y llana, proveniente de conocimientos que llegan a la consciencia de manera misteriosa, principalmente con la ayuda del misticismo iniciático y religioso, por lo que puedo afirmar que, en cierta forma, este trabajo es también el resultado de la búsqueda de aquellas potencialidades que me han facilitado encontrar lo que, hasta ahora, considero mi verdad; potencialidades que todos poseemos y podemos desarrollar de diferentes maneras y que son básicamente: la Consciencia, La Razón, La Emoción y La Voluntad.


Así pues, este prefacio es en realidad, una síntesis de la historia de la búsqueda de las potencialidades mencionadas, búsqueda llena de incertidumbres pero también de certezas, y que no han hecho otra cosa que confirmarme que el ser humano es la criatura más fascinante de la creación, tanto por su capacidad de encontrar, pero sobre todo, por su tenacidad en buscar.

Las décadas del 30 al 50, se caracterizaron por una educación católica que enfatizaba el premio a la virtud y el castigo al pecado; dualidad que seguramente veló nuestra consciencia con caracteres traumantes ya que, en la medida en que desarrollábamos nuestra razón, nuestra humana naturaleza nos hacía cada vez más difícil la práctica de la virtud tal como la predicaba en esa época nuestra religión, apareciendo así las dudas sobre la coherencia de su doctrina, al constatar que, siendo seres comunes y corrientes, sin embargo, nuestra vida se debatía entre el temor por el castigo y la efímera tranquilidad después del arrepentimiento, desconociendo por completo la verdad sobre el motivo de tal dualidad.

A pesar de esos tiempos de duda espiritual sobre la coherencia de nuestra religión, y quizá por la prédica constante y tenaz de nuestros padres como en mi caso, y por la intuición natural en la existencia de un Ser Supremo, muchos no caímos en el ateísmo que se difundía rápidamente por el apogeo de las ideologías sociales basadas en el Materialismo Histórico, ideologías que pretendían, no sólo influir en la Política y en la Economía, sino también en ese campo que siempre debió serles ajeno, que es el campo de la fe.

En ese estado espiritual, inicié lo que sería mi particular camino por 42 años, ingresando al Ejército con los bríos de mi juventud física y con las dudas religiosas que llenaban mi alma; sin embargo, la naturaleza sumamente dinámica de la vida militar, canalizó de inmediato, tanto mi ser físico como mi ser espiritual con la férrea disciplina castrense la que, de alguna manera, se encargó de ayudarme a desplazar mis dudas a un segundo plano, adquiriendo prioridad en mi espíritu, el idealismo patriótico necesario para servir como Ingeniero Militar en las zonas mas deprimidas del país para realizar allí, tareas de Desarrollo Nacional, las que, por otra parte, me permitieron constatar, directa y descarnadamente, la miseria espantosa en la que se debatía nuestro pueblo.

En dicha época, comencé a intuir que Dios estaba presente en todas partes, pero por la miseria que observaba por doquier, deducía que era ajeno a nuestros humanos dramas, por lo que, por tal razón, sentía mas emociones que las que me podía brindar un altar cuando admiraba absorto los bellos paisajes que abundan en nuestra querida patria y que me revelaban en forma serena, la real existencia de un Ser Supremo, quien, cual magnífico pero lejano artista, había sido el autor de dicha belleza. Si se quiere, esa fue para mí, una época en la que fui francamente panteísta.

De la experiencia de dicho periodo, quedó claro de que, además de la capacidad emocional que llenaba mi espíritu del idealismo patriótico que me proporcionaba grandes fuerzas para darle sentido a mi vida, había venido desarrollando asimismo, una voluntad y una disciplina que, hoy considero, fueron capacidades no menos importantes que dicha capacidad emocional, ya que se constituían, recuerdo bien, en fuentes de refuerzo para dedicarme con mas ahínco a mi vocación de servicio a la patria y al pueblo, en los que veía mejor reflejados que en una iglesia, a la idea que ya tenía de mi lejano y ajeno Dios.

Al concluir mi periodo de servicio como oficial subalterno, inicié mi preparación para desempeñarme como oficial de Estado Mayor, preparación que se caracterizó por la profundización y el énfasis en el conocimiento de las Ciencias Sociales y de la Filosofía las que influenciaron grandemente a que concluya que, tal como ya lo venía deduciendo, Dios no participaba directamente en la vida del hombre, por lo que este debía ser el artífice de su propia felicidad. Por tal razón, se añadió a mi panteísmo, la convicción de la necesidad de un Socialismo que, sin prescindir de la idea de un Ser Supremo, debía luchar por la felicidad del hombre sobre la tierra; en dicho periodo se fue consolidando además, mi capacidad racional como otra fuerza útil y real por la posibilidad que me brindaba de hacer abstracciones sobre asuntos complejos de la vida, tales como los de la naturaleza real del hombre y la finalidad de su existencia.

Fue en este periodo que apareció mi suegro con su propio peso especifico en mi vida espiritual, ya que introdujo en el ámbito de mis especulaciones, sus conocimientos sobre lo que constituía para mí, un nuevo enfoque sobre Dios y sobre el hombre; enfoque que escapaba abiertamente a los clásicos enfoques de la Ciencia, de la Filosofía y de la Religión. Se trataba evidentemente de un conocimiento oculto al que, mas por pereza mental a nuevas perspectivas, y quizá por resistencia a nuevos cambios en mi ya ajetreado espíritu, no quise prestar mayor atención, discutiendo con él, en largas tertulias, sobre la presencia o no presencia de Dios en la vida del hombre y en su historia, sosteniendo yo, desde la perspectiva filosófica, de que Dios estaba presente en todas partes y no en el lugar que la religión llamaba cielo o en las iglesias y de que, además, era un Dios ajeno a los hombres y a su historia.

El coincidía conmigo en que Dios estaba en todas partes pero sostenía que, además y particularmente, estaba también dentro del hombre mismo por lo que participaba desde allí, en forma real en su vida y que, era posible que este lo invoque dentro de sí para que lo guíe al logro de su felicidad. Francamente no entendía o no quería entender sus planteamientos hasta que él murió, iniciándose luego en mí, un extraño proceso de recuento de toda su doctrina, hasta el punto de hacérseme compulsiva la necesidad de buscar directamente en las fuentes en las que él había obtenido sus conocimientos, por lo que me hice miembro activo de la Orden Rosacruz, tal como lo había sido él en vida y en la que había alcanzado los más altos niveles.

La Orden Rosacruz se caracteriza por enfatizar el conocimiento de uno mismo, como paso previo al conocimiento de Dios y de sus obras, y para lo cual, utiliza una metodología que prioriza las experiencias psicológicas individuales a fin de evitarle a sus miembros, las fantasías con las que el hombre suele engañarse a sí mismo, y en las que gusta refugiarse frecuentemente para no ver la verdad que su consciencia pueda revelarle.

Desde las primeras experiencias psicológicas en el quehacer iniciático de la Orden Rosacruz, se me fue haciendo cada vez más evidente que había estado viviendo equivocado respecto a Dios y al hombre, por lo que fui reconociendo paulatinamente que, tanto las palabras de mis padres sobre la religión y las de mi suegro sobre la búsqueda de Dios dentro de uno mismo, eran, desde diferentes perspectivas, cada vez más ciertas.

La primera y decisiva experiencia psicológica ocurrió cuando logré sentir en forma real que trasponía un umbral que había estado oculto para mí, y detrás del cual, se hallaba una fuerza que, cuando logré contactarla, me conmovió muy profundamente por la revelación descarnada que me hizo de lo que yo había sido hasta dicho momento y de lo engañado que había estado viviendo respecto de mí mismo. No me cabe la menor duda de que dicha fuerza fue la proveniente de mi propia consciencia a la que no había estado habituado a escuchar.

De allí en adelante, fueron cambiando en forma paulatina pero firme, mis concepciones sobre Dios, sobre mí mismo, sobre el hombre, y sobre la creación; dichos cambios me fueron permitiendo además, conocer el motivo de mi dualidad y poner en su real contexto a mis capacidades emocionales, racionales y volitivas de las que llegué a tener claro, no habían venido actuando en armonía con las necesidades de mi avance espiritual, por lo que, con la fuerza de mi consciencia, las comencé a utilizar para resolver la dualidad virtud- pecado en la que me había venido debatiendo y de la que prácticamente había venido huyendo.

Convencido ya de que mi consciencia funcionaba como una real fuerza reguladora y además, como maestra insobornable; fui avanzando en los primeros grados de la Orden Rosacruz hasta que comencé a tener nuevas dificultades espirituales para continuar avanzando más. En dicho estado, tuve una segunda gran experiencia psicológica que me permitió descubrir su motivo, y que no era otro que el que yo no había estado viviendo realmente como aparentaba y decía ser por lo que, de inmediato, tuve que efectuar una verificación de los aspectos de mi vida en los que estaba siendo realmente yo mismo y no lo que decía o aparentaba ser, comenzando por la forma como estaba cumpliendo con mi carrera, con mi familia, con la sociedad, con mi religión, etc.

En todos los aspectos de mi vida revisados, verifiqué que yo era lo que decía o que, por lo menos, me esforzaba sinceramente en serlo, excepto en la religión a la que decía pertenecer y con la cual me había afiliado a la Orden Rosacruz la que, al igual que otras órdenes iniciaticas, exigen como única condición a sus postulantes, el creer en Dios sin interesarle mayormente a que religión pertenezca uno.

Claramente deduje entonces que, mientras yo había estado sosteniendo ante todos y ante la Orden Rosacruz ser católico, sin embargo no actuaba como un verdadero católico ya que, como me consideraba a mí mismo, era católico creyente pero no practicante.

Deduje entonces, que tal falsedad en mi vida no era aceptada por mi consciencia por la caracterización arbitraria que había hecho de una religión a la que decía pertenecer, y que se tipifica precisamente por la necesidad de su práxis, tanto como por la necesidad de la fe en su doctrina; llegando a la conclusión de que mi consciencia me había puesto en la encrucijada de decidir con convicción, entre la religión a la que decía pertenecer o de renunciar a ella y volverme agnóstico, es decir creer en Dios sin pertenecer a ninguna religión, o quizá, de cambiarme de religión.

Ante semejante encrucijada, inicié una revisión de todos los aspectos que recordaba de la Doctrina Católica, incluidos sus dogmas, y al estudiar la posibilidad de pertenecer a otras religiones o de ser agnóstico, me fui percatando, a la luz de mis avances filosóficos y psicológicos en la Orden Rosacruz, que la Religión Católica continuaba siendo para mí, la que mejor recogía todos los avances iniciáticos logrados hasta dicha fecha. Así, de esta manera, y con sólo la natural reserva de algunos de sus dogmas, me decidí a ser no sólo católico creyente sino también practicante.

Pasada la experiencia relatada, continué sin mayores tropiezos mis avances iniciáticos en la Orden Rosacruz, y mi vida religiosa se fue haciendo cada vez más activa, logrando comprender paulatinamente, mediante vislumbres de sus grandes verdades, los aspectos de la Doctrina Católica que eran considerados como dogmas por dicha iglesia, comprensión que se daba en un extraño proceso que intuía, ocurría en un nivel que era superior a mi capacidad racional normal, y que había estado siempre en mi, y al que sentía que podía acceder solo gradualmente en la medida en la que, también gradualmente, iba logrando armonizar las exigencias de mi ser material con los sentimientos de mi ser emocional, y los pensamientos de mi ser racional.

La naturaleza de tal comprensión es tal, que resulta imposible describirla con el lenguaje ordinario porque, al final de cuentas, dicho lenguaje es un instrumento con capacidad de transmitir sólo los conocimientos provenientes de nuestra capacidad racional normal, resultando más factible hacerlo mediante algunos de los símbolos y alegorías que usan con frecuencia las religiones y las escuelas iniciáticas para tal fin. Creo pues que la comprensión de un dogma se puede lograr gradualmente mediante vislumbres de su verdad, aunque no se pueda analizarlo racionalmente, mediante un proceso que la religión denomina “Revelación” y el esoterismo “Iluminación”

Por la razón expuesta y simultáneamente a la mayor comprensión de la Doctrina Católica, se me fue facilitando también, el ir descubriendo cada vez mas, la inmensa sabiduría escondida en las Sagradas Escrituras las que, hasta antes de la experiencia citada, eran para mí, sólo un bello tratado de leyendas y alegorías religiosas; mayor también fue mi sorpresa cuando, por razones de mis estudios en la orden, encontraba que en las otras grandes religiones había en sus textos sagrados, coincidencias con los principios de verdad contenidos en la Biblia Cristiana, por lo que, por tal razón, se fue desarrollando en mi espíritu, un sentimiento de tolerancia hacia los que, como yo, buscaban a Dios por otros caminos. En dicha época, pensaba a menudo, que quizá a Dios le gustaba que los hombres lo busquen y lo encuentren de diferentes maneras y no de una sola manera como lo sostienen algunos intolerantes y fanáticos, y por lo cual, así como lo hizo lamentablemente en el pasado nuestra Iglesia con la llamada Santa Inquisición, atormentan hasta ahora a la humanidad de mil maneras, siendo la guerra la peor de ellas.

Ya bien avanzados mis estudios y prácticas iniciáticas rosacruces, así como fortalecida mi vida religiosa, se me presentó un nuevo conflicto que se caracterizó por el sentimiento de estar viviendo una nueva dualidad, consistente en la sensación de rutina espiritual y, al mismo tiempo, del deseo de conocer mas, sentimiento al que se agregó una gran dificultad de comprensión en mis actividades iniciáticas; en esta situación, que se acentuó cuando me hallaba desempeñando un cargo de alto nivel y responsabilidad, y faltando tres años para el término de mi carrera militar, tuve una tercera gran experiencia psicológica que me permitió descubrir el motivo de mis nuevas dificultades espirituales.

Por dicha experiencia, claramente se me fue revelando que mi Consciencia me impedía nuevamente el acceso a mayores conocimientos iniciáticos mientras el poder terrenal que poseía me dificulte el vivir con humildad y el actuar con humildad con mis semejantes. Un avanzado adepto de la Orden Rosacruz, me aconsejó que una vez que terminara mi carrera me hiciera masón, pues él consideraba que la Orden Masónica estimulaba la fraternidad y poseía mucha simbología que me serían muy útiles para ayudarme a superar el conflicto que me hallaba viviendo.

Al concluir mi carrera, y tal como me aconsejó dicho sabio hombre, me hice efectivamente masón, abriéndose para mí, un mundo en el que mi largo quehacer espiritual encontró un nuevo y hermoso medio para continuar mi evolución, tanto por el camino iniciático como por el camino religioso.

Efectivamente, y con mas bríos que nunca, he continuado avanzando en las dos ordenes a las que ahora pertenezco, y mi vida religiosa se ha hecho mas activa e intensa, participando particularmente en los eventos que organiza la iglesia relacionados a la profundización del conocimiento de Dios, del hombre, y de sus obras como por ejemplo, el Movimiento Cursillista.

A la fecha, he llegado a la conclusión personal, la que, como se comprenderá, no es compartida aun por algunos religiosos católicos, de que cualquier camino que uno siga sinceramente para buscar la verdad sobre Dios, nos llevará siempre a El y, de esta manera, comprenderemos mejor a su creación predilecta: el hombre.

Para terminar este ya largo prefacio, sólo quiero decirles amables lectores que, efectivamente, los caminos que Dios nos pone para buscarle y hallarle, son tantos como hombres existen. Para algunos son mas cortos como los que sigue la mayoría de nuestro sencillo pueblo al que le es suficiente el corto camino que le proporciona la Iglesia mediante la simple emoción de su devoción; pero, para otros como yo, el camino para buscarle y hallarle suele ser mas largo y complicado por no bastarnos la emoción de la simple devoción, sino que nuestra consciencia nos impulsa además, a consolidar nuestra fe en la razón, hasta donde esta pueda permitirnos tal cosa, y en la comprensión misteriosa de los aspectos de dicha fe considerados como dogmas mediante la revelación o iluminación. Quizá por eso dijo Jesús el Cristo en el sermón de la montaña, refiriéndose a la gente sencilla: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” y también a la gente que busca más, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados”, (San Mateo 5, 3, 6); dando a entender que la búsqueda de la justicia debe basarce en la búsqueda de la verdad, porque en otra parte de sus sublimes enseñanzas también dijo: “ Solo la verdad os hará libres” (San Juan 8, 32); .

Sin embargo, siempre reflexiono que no por conocer mas sobre Dios, estoy mas cerca de El cómo quizá lo pueda estar el mendigo de la esquina, el que, a pesar de su ignorancia y desdicha, agradece sinceramente a Dios desde lo mas profundo de su corazón cuando uno le alcanza, a veces mecánicamente, una mísera moneda. Quizá él, con toda la precariedad de su vida, esté mas cerca de la verdad que yo con toda la parafernalia de conocimientos y actividades iniciáticas, filosóficas y religiosas con las que he llenado mi alma.

A continuación leerán pues, el resultado de lo que considero la síntesis sincrética de mis especulaciones, síntesis que no pretende influir en lo absoluto en las convicciones que pudieran tener sobre Dios y sobre el hombre y que creo, es una síntesis que con un poco de amplitud y tolerancia, puede caber en el cuerpo doctrinal de cualquier religión, en especial de la católica, la que, por otra parte, y cada vez mas, creo que viene evidenciando un sincero esfuerzo de apertura y de encuentro con el Racionalismo de la Ciencia y de la Filosofía, así como de tolerancia hacia algunas de las prácticas iniciáticas como lo he podido comprobar con no pocos religiosos, no faltando a veces, actitudes intolerantes como las que existen en todas partes.

Para mi propia experiencia, las influencias de la Religión Católica, de la Orden Rosacruz y de la Orden Masónica, tal como lo querían, desde diferentes enfoques, mis padres y mi suegro, han sido decisivas para amar mas a Dios y comprender y amar mas a mis semejantes cuyo misterio, estoy convencido, no terminaré de comprender. Solo sé por ahora que trato de pensar sobre Dios y sobre el hombre como rosacruz, trato de vivir entre los hombres con Libertad, Igualdad y Fraternidad como masón, y trato de adorar a Dios como católico, y en la medida que avanzo en años y en conocimientos, me voy convenciendo de que todos estos caminos me han venido hablando de lo mismo pero de diferentes maneras; además de que, en la medida en que más conozco, me percato de lo eterno e infinito de la verdad por lo que, como el filósofo Sócrates, siento que tenía razón cuando, al intuir la inefabilidad de la verdad absoluta, se sintió tan pequeño que dijo: “Solo sé que nada sé”.



El autor


Lima, Febrero de 1999