Nombre: Gran Biblioteca GLP
Ubicación: San Isidro, Lima, Peru

sábado, mayo 14, 2005

LOS INSTRUMENTOS DE TRABAJO DE UN A:.M:.

LAS HERRAMIENTAS DE UN A:. M:.

R:. H:. Jorge Núñez Correa
P:.V:.M:. “Mantaro” 118

INTRODUCCION

El nuestra ceremonia de iniciación el 2do. Vig:. Nos presenta las Herramientas o Instrumentos del A:. M:. la V:. De 24 pulgadas, el M:. y el C:. LA V: sirve para medir el trabajo hecho; El M:. para aplastar todo nudo o protuberancia; El C:. para suavizar y preparar la piedra bruta. Pero como somos m:. libres y aceptados o masones especulativos empleamos estas herramientas en sentido moral:

La V:. De 24 pulgadas representa para nosotros las 24 horas del día de las que debemos emplear, parte en el servicio al Todopoderoso, parte en el trabajo y el descanso, y parte en ayudar a los HH:. y a todos en sus necesidades. El M:. simboliza la fuerza de nuestra CONCIENCIA para evitar todo pensamiento vano o impropio, que pueda acosarnos en cualquiera de los periodos mencionados, de manera que nuestras palabras y acciones se eleven inmaculadas al Trono del Altísimo. El C: nos habla de los saludables efectos de la EDUCACIÓN, sin los cuales no podemos hacernos miembros dignos de una sociedad organizada.
Profundizando el tema podemos decir según Arthur Powell en su libro La Magia de la Masonería que este es uno de los más bellos episodios de la ceremonia, a la par que las frases con que se describen estos instrumentos, tomadas de las Sagradas Escrituras son las mas hermosas del Ritual.

En cuanto comenzamos a estudiar los instrumentos de Trabajo del primer grado y meditamos acerca de ellos, nos percatamos casi de una ojeada que no se eligieron al azar entre los útiles de los albañiles. Al contrario, su significación filosófica y simbólica es tan profunda que nos transporta directamente al corazón o núcleo de nuestros más fundamentales conceptos sobre la vida y el trabajo.

Es importante resaltar la evidente correspondencia existente entre los tres instrumentos de trabajo y los principales Oficiales de la Logia, así, La R:. De 24 pulgadas que se emplea para medir y planear la obra, corresponde a la SABIDURÍA del V:. M:. quien también a de medir y planear cuando dirige.

El M:. que se utiliza para golpear tiene relación con el P:. V:. Cuya cualidad es la FUERZA, y cuya misión consiste en transmitir la energía.

El C:. corresponde al S:. V:. Porque así como este representa el elemento de la BELLEZA, así el C:. es el instrumento con que el masón cincela la piedra tosca, creando en ella líneas, superficies y molduras para embellecimiento del edificio.

Y si estudiamos más profundamente el significado de nuestros instrumentos de trabajo, descubriremos que representan el conjunto de la vida, manifestada en sus tres aspectos de COGNICIÓN, EMOCIÓN Y ACTIVIDAD. El yo tiene tres modalidades de conciencia cuando entra en relación con el No-Yo: pues puede CONOCER, SENTIR Y OBRAR. Nosotros como no conocemos ninguna modalidad más de la conciencia, pues la vida que nosotros experimentamos se halla comprendida en esta triple posibilidad de conocer, sentir y obrar.

Ahora bien el conocimiento se deriva de la observación, de la medida que se obtiene al utilizar la regla de 24 pulgadas en una forma u otra.

La acción es la aplicación de la fuerza, que llevamos a cabo por medio del M, mientras que el C:. es el instrumento con el que nos ponemos en contacto con la materia del mundo externo y con que ejecutamos nuestra voluntad en ella, contacto que, en términos de conciencia, es la cualidad de sentir. De manera que nosotros “CONOCEMOS” con la R:. De 24p:. “SENTIMOS con el C:. y OBRAMOS con el M:.

Y si ahondamos más, descubriremos que hay tres cosas necesarias en toda obra inteligente: La primera es NUESTRO PLAN O PROYECTO; la segunda, la ENERGÍA O FUERZA que nos proponemos dedicar a nuestra tareas, Y la tercera, el instrumento real con el que ejecutamos el trabajo:

Claramente se ve que estos tres elementos se simbolizan gráficamente por nuestros tres instrumentos de trabajo. Porque hacemos nuestro plan con la R. De 24p:. Aplicamos nuestra fuerza por medio del M:. y llevamos a cabo, realmente, con el C:. de manera que estos tres útiles son arquetipos de toda posible variedad de instrumentos pertenecientes a las tres clases.

Pero estudiemos ahora detalladamente estos tres instrumentos de trabajo, empezando por la R. De 24p:. Que es el más fundamental y trascendental de todos para el hombre.

LA REGLA DE 24 P:.

La función de la R. De 24p:. Consiste naturalmente en medir la longitud. Ahora bien; la medida de longitud es la base de las medidas de todo genero en todos los departamentos de la vida, como saben muy bien los hombres de ciencia. No existe ni conocemos otra base. Únicamente cuando medimos la longitud de los objetos es cuando llegamos a comprender lo que son.

Esto, no sólo se aplica a las líneas, sino, como es natural, también a las superficies, volúmenes y ángulos, puesto que las unidades en que éstos se expresan se basan en último término en la medida de longitud. Así también hemos de decir que la única forma de localizar o determinar la posición de un objeto respecto a otros se basa en el empleo de la medida de longitud, por ejemplo, en el de la R. De 24p:. La forma de los cuerpos no se puede describir sí no se recurre a los términos de la medida longitudinal.

Aun más, no solo los objetos materiales, sino, además, todo acontecimiento o fenómeno de la naturaleza sólo se puede describir y medir en términos de medida de longitud, en último análisis. Así por ejemplo, describir por la longitud o velocidad de sus ondas dos cualidades implican la medida de longitud como esencial ingrediente.

Lo mismo puede decirse respecto a todas las otras formas, como el calor, el sonido o la electricidad. El peso de un cuerpo, que no es mas que una manera de escribir la fuerza de gravedad, tan importante para el masón, se mide en términos de unidades de longitud.

Todas las propiedades de las materias conocidas por nosotros se representan finalmente en términos de medida longitudinal, ya se trate de textura, dureza, elasticidad, calor especifico, durabilidad o de lo que sea. Idéntico principio se aplica a la medición de la velocidad y de los movimientos de todo genero ya se trate de átomos y moléculas, o de trenes, planetas y estrellas. Cuando medimos la energía de los músculos, del vapor, de la electricidad, de la energía interatómica o de la radiactividad no conocemos otro modo de expresar las observaciones o cálculos que el de la regla.

Otro hecho científico bien conocido es el de que el tiempo no se puede medir más que con términos de espacio, puesto que la única manera de estimar su transcurso consiste en registrar fenómenos de movimiento, movimiento que, como es natural, sólo se puede expresar con términos dependientes de la medida longitudinal. Si careciésemos de nuestro sistema de medición del espacio, no sabríamos como registrar el transcurrir del tiempo.

De manera que el tiempo y el espacio, la materia y la fuerza, y todas las combinaciones conocidas de estos elementos primarios con que se elabora nuestra vida ordinaria, únicamente pueden medirse, conocerse y comprenderse valiéndose de la medida de longitud, de la R. De 24p:. Es decir, que la base de toda ciencia o conocimiento radica en el empleo de la R. Este principio es aplicable a todos los departamentos de la experiencia y del conocimiento humano, puesto que hasta cuando se trata de arte, de filosofía o de religión es preciso reconocer que las únicas ideas conocibles e inteligibles relativas a estas manifestaciones humanas son las que se pueden medir o estimar de algún modo, ya que, en donde la medición termina, es donde comienza la ignorancia o la conjetura. Nuestro saber es tanto como nuestra habilidad en medir, ya se trate de pesar un pedazo de piedra, como de apreciar el valor espiritual de una idea.

No obstante, existe aun otro campo de aplicación de la R. De 24p:. Por necesidad a de ser ella el primer instrumento de Trabajo del masón, ya que, hasta tanto que haya sido aplicada la R. De 24 p:. No se puede emplear útilmente ningún otro.

Todo trabajo útil se realiza aplicando los instrumentos de trabajo donde corresponde, lo que únicamente se puede hacer bien valiéndose de la R. Si así no se hiciera aquellos se convertirán en instrumentos destructivos. El arte de la vida consiste en aplicar nuestros poderes y facultades. Que son nuestros instrumentos, en el sitio y momento preciso.

Creo que es clarísima la razón de que al R. De 24 p:. Sea el primer I. De T:. Que se entregue al A:. Ella es, naturalmente, la primera cosa esencial en la ejecución de obras de todo género, y lo es también de la adquisición del saber en que se basa la habilidad de todo artífice. Si nos percatamos bien de la naturaleza y objeto de la R. De 24p:. Se nos revelara el maravilloso tesoro de significación simbólica existente en los símbolos vulgares de la Francmasonería. Este estudio preliminar del primer I:. De T:. Con que tropezamos en nuestra vida masónica ha de facilitarnos el camino para llegar a comprender los otros I:. De este grado, el M:. y el C:.

EL MAZO

El M:. representa el poder de la fuerza, ya que es un instrumento que sirve para golpear. Representando el método más sencillo y elemental de aplicación de la fuerza, es el símbolo de todas las formas físicas, morales, mentales y espirituales de la misma. El que sea esto así se aclara cuando se explican los I:. De T:. En el primer grado, diciendo que son símbolos del trabajo manual, al propio tiempo que de la parte superior de la naturaleza humana, o sea, de la conciencia.

Ahora bien, la vida del hombre consiste en mover la materia, en trasladarla de un lugar a otro, principio que puede aplicarse tanto a las formas supremas del trabajo filosófico y espiritual, como a las actividades puramente mecánicas o manuales. Toda acción se reduce en último extremo a mover materia, se trate de la sustancia de la tierra y de todos los objetos que con ella fabricamos, o se trate de la materia de las mentes humanas, de la sustancia de las almas y hasta de la urdimbre imaginativa con que se crean los sueños. La fuerza blandida (vibratoria) por el hombre y el poder que éste ejerce sobre la materia y los acontecimientos, consisten al fin y al cabo en que puede mover la materia de un lugar a otro.

El primer instrumento que imagino el hombre primitivo para mover la materia del plano material es el M:. y cuando fabricó el mazo o martillo rudimentario, que probablemente consistiría en un pedazo de piedra que asía con la mano, inauguró una nueva era; la era de las herramientas, la era en que empezó a valerse de cosas ajenas al cuerpo para conseguir lo que se proponía. Este paso dado en la evolución es tan importante, que algunos hombres de ciencia han definido al hombre como animal fabricador de instrumentos. Y traduciendo esta definición al lenguaje masónico podríamos decir que el hombre es un ser que lleva un M:. en la mano. El hecho de que el hombre se atreviese a agarrar este M.. es un acto de significación importantísimo; ya que con ello dio comienzo la aurora de la conciencia del poder, aurora en que el hombre tuvo el primer vislumbre de su divinidad latente. Hoy día el V:. Maestro de la Logia es el hombre que ase el M:. con la mano, para simbolizar el derecho que tiene a dirigir la Logia.

Permítasenos una pequeña digresión en el campo de la ciencia natural, pues quizá sea interesante examinar como todo fenómeno, así como todas las actividades del hombre y de las maquinas se deriven del empleo del M:. de la descarga de un golpe.
Todas las fuerzas de la naturaleza son descargas o golpes.

La luz consiste en una forma de impulso dado al éter o a los corpúsculos; esto mismo viene a ser el sonido, la electricidad, el magnetismo y, probablemente, la afinidad química y la gravitación. El viento es el golpeteo de unas partículas de aire contra otras; la música de los árboles es el choque de sus ramas; las florcillas y los árboles se abren camino en la tierra a fuerza de empujar; las olas arremeten contra la costa, y las partículas de agua se empujan al descender por el lecho del río hacia el océano. En todo fenómeno se observa que las partículas de materia se golpean y empujan entre sí incesantemente. La naturaleza ase un M:. en cada una de sus infinitas manos.

También las máquinas fabricadas por el hombre son M:. perfeccionados, puesto que todas ellas se basan en la proyección o descarga de golpes o impulsos. El hace que el fuego lance partículas de combustible y que produzca calor u gases. El hace que el vapor impulse al pistón, y que cada miembro de la máquina empuje al que él le conviene. El hace que la fuerza magnética haga girar a la armadura y que se produzca electricidad. El hace que la electricidad hienda el éter y transmita su mensaje por toda la tierra. En las primeras etapas de la evolución humana el hombre es el M:. de sí mismo, y utiliza la fuerza de sus propios músculos; pero a medida que su alma se desarrolla, se va apoderando de los M:. de la naturaleza, y ordena a ésta que le obedezca, unciendo sus energías para que le sirvan. La naturaleza acaba por convertirse en su M:. en su sierva.

Esta es la primera lección del M:. La lección de la fuerza o poder del músculo, la sensación, la moción, el intelecto y la espiritualidad. Este poder es ilimitado, porque dentro de nosotros existe una reproducción del G:.A:.D:.U:. cuyo poder es omnipotente, como se nos dice en la apertura de la Logia.

En otro articulo trataremos de esto, cuando estudiemos la significación especial del M:. al trabajar en conjunción con el C:. porque la individualidad del masón encuentra su expresión en el filo del C:.

EL CINCEL

Lo fundamental del C:. consiste en su poder de cortar, de abrirse paso en la materia. Para poder realizar su función perfectamente ha de tener un filo cortante y resistente en proporción a la obra que con él se ha de realizar, y además, ha de ser capaz de recibir y transmitir la fuerza que se le aplique por medio de las diferentes clases de mazos.

En casi todas las artes, oficios e industrias se utilizan instrumentos cortantes, y basta examinarlos cuidadosamente para percatarse de que todos ellos se basan en el cincel y son modificaciones a aplicaciones de esta herramienta. Para comprender esto mejor, estudiemos las artes de trabajar la madera, el metal o la piedra.

Los variadísimos instrumentos ideados para pulir los materiales, o para hacer estrías y molduras en ellos consisten en cinceles de diferentes modelos fijos en mangos o asas. Similarmente, todas las clases de taladros, barrenas o brocas se abren paso en el material por medio del biselado borde de cincel existente en el extremo de la herramienta. Todas las variedades de limas y sierras consisten, también, en numerosos cinceles, pues cada diente es un cincelito que corta precisamente como todos los cinceles lo hacen. El agricultor se vale de un cincel en forma de arado, grada o azada, para abrir la tierra; y las hoces, guadañas, segadoras mecánicas, etc. no son sino cinceles a los que se ha dado una forma adecuada con lo que de ellas se exige. Las tijeras y tenazas de los obreros son cinceles unidos a pares. Hasta todas las formas de pulverización, de molienda y de bruñido que constituyen la base de muchos oficios, se fundamentan en el principio del cincel, pues las diminutas partículas de la muela actúan como pequeñísimos cinceles, que fragmentan el material con que entran en contacto.

No es necesario proseguir para percatarse de que todos los instrumentos cortantes utilizados por el hombre son cinceles cuya forma depende de la naturaleza del trabajo que han de realizar.

La aplicación del principio de esta herramienta a los mundos moral y mental es fácil de descubrir. Así como el cincel del trabajador de la piedra ha de estar fabricado con material adecuado y bien templado, ha de tener un filo cortante y ha de ser capaz de recibir y transmitir la energía que se descargue sobre el mango; así también el masón especulativo ha de poseer cualidades morales, facultades mentales y poderes espirituales con características correspondientes. El hombre solo puede actuar sobre el mundo que le rodea e incluso sobre su naturaleza propia, aplicando los poderes que en sí posee por medio de los órganos de sus diversas facultades. El material de que han de estar hechas estas facultades ha de ser sano: sentimientos generosos y buenos, una mente bien despierta y educada, una espiritualidad pura y profunda. En todos los actos que haya de realizar él, sus poderes o energías han de dirigirse a un punto o filo, concentrándose en la obra; porque si no hay concentración, la fuerza se dispersa y el éxito es imposible. El hombre debe abrirse paso neta y puramente a través del laberinto de la vida, sin consentirse jamás desviaciones del propósito trazado. EN LO MORAL, no debe apartarse de la estricta línea de la virtud. EN LO MENTAL, su mente no debe torcerse ni perder la dirección: Ha de abrirse paso entre lo falso y lo aparencial, desdeñando lo que nos es esencial, para concentrarse en lo que es; EN LO ESPIRITUAL, ha de poseer veraz y penetrante discernimiento, de manera que pueda ahondar en el corazón de las cosas y ver lo invisible tras de lo visible.

Además, los poderes del hombre han de estar en condiciones de resistir la prueba de las dificultades, obstrucciones y golpes producidos por las desilusiones y el fracaso, porque entonces es cuando se ponen verdaderamente a prueba el verdadero temple y la calidad de aquellos poderes. A veces, queda destrozado al hacer un esfuerzo violento, del mismo modo que el filo del cincel, se mella, y a veces, es desviado de su propósito, como el borde del cincel. La naturaleza del hombre puede destrozarse o quebrarse como el material de una herramienta deficientemente fabricada, o puede resistir su labor sin desviarse con perfecta elasticidad y rebote como el bien templado acero.

Finalmente en nuestro ritual al iniciarnos el 2do. Vig. Nos instruye diciéndonos que el C:. es para suavizar y preparar la piedra bruta, hasta ponerla en estado de pasar a manos de un operario más experto. Pero como no somos masones operativos, sino libres y aceptados o masones especulativos, empleamos el C:. en un sentido moral; nos habla de los saludables efectos de la educación.

Lo fundamental del C:. consiste en su poder de cortar, de abrirse paso en la materia. Para poder realizar su función perfectamente ha de tener un filo cortante y resistente en proporción a la obra que con él se ha de realizar, y además, ha de ser capaz de recibir y transmitir la fuerza que se le aplique por medio de las diferentes clases de mazos.

En casi todas las artes, oficios e industrias se utilizan instrumentos cortantes, y basta examinarlos cuidadosamente para percatarse de que todos ellos se basan en el cincel y son modificaciones a aplicaciones de esta herramienta. Para comprender esto mejor, estudiemos las artes de trabajar la madera, el metal o la piedra.

Los variadísimos instrumentos ideados para pulir los materiales, o para hacer estrías y molduras en ellos consisten en cinceles de diferentes modelos fijos en mangos o asas. Similarmente, todas las clases de taladros, barrenas o brocas se abren paso en el material por medio del biselado borde de cincel existente en el extremo de la herramienta. Todas las variedades de limas y sierras consisten, también, en numerosos cinceles, pues cada diente es un cincelito que corta precisamente como todos los cinceles lo hacen. El agricultor se vale de un cincel en forma de arado, grada o azada, para abrir la tierra; y las hoces, guadañas, segadoras mecánicas, etc. no son sino cinceles a los que se ha dado una forma adecuada con lo que de ellas se exige. Las tijeras y tenazas de los obreros son cinceles unidos a pares. Hasta todas las formas de pulverización, de molienda y de bruñido que constituyen la base de muchos oficios, se fundamentan en el principio del cincel, pues las diminutas partículas de la muela actúan como pequeñísimos cinceles, que fragmentan el material con que entran en contacto.

No es necesario proseguir para percatarse de que todos los instrumentos cortantes utilizados por el hombre son cinceles cuya forma depende de la naturaleza del trabajo que han de realizar.

La aplicación del principio de esta herramienta a los mundos moral y mental es fácil de descubrir. Así como el cincel del trabajador de la piedra ha de estar fabricado con material adecuado y bien templado, ha de tener un filo cortante y ha de ser capaz de recibir y transmitir la energía que se descargue sobre el mango; así también el masón especulativo ha de poseer cualidades morales, facultades mentales y poderes espirituales con características correspondientes. El hombre solo puede actuar sobre el mundo que le rodea e incluso sobre su naturaleza propia, aplicando los poderes que en sí posee por medio de los órganos de sus diversas facultades. El material de que han de estar hechas estas facultades ha de ser sano: sentimientos generosos y buenos, una mente bien despierta y educada, una espiritualidad pura y profunda. En todos los actos que haya de realizar él, sus poderes o energías han de dirigirse a un punto o filo, concentrándose en la obra; porque si no hay concentración, la fuerza se dispersa y el éxito es imposible. El hombre debe abrirse paso neta y puramente a través del laberinto de la vida, sin consentirse jamás desviaciones del propósito trazado. EN LO MORAL, no debe apartarse de la estricta línea de la virtud. EN LO MENTAL, su mente no debe torcerse ni perder la dirección: Ha de abrirse paso entre lo falso y lo aparencial, desdeñando lo que nos es esencial, para concentrarse en lo que es; EN LO ESPIRITUAL, ha de poseer veraz y penetrante discernimiento, de manera que pueda ahondar en el corazón de las cosas y ver lo invisible tras de lo visible.

Además, los poderes del hombre han de estar en condiciones de resistir la prueba de las dificultades, obstrucciones y golpes producidos por las desilusiones y el fracaso, porque entonces es cuando se ponen verdaderamente a prueba el verdadero temple y la calidad de aquellos poderes. A veces, queda destrozado al hacer un esfuerzo violento, del mismo modo que el filo del cincel, se mella, y a veces, es desviado de su propósito, como el borde del cincel. La naturaleza del hombre puede destrozarse o quebrarse como el material de una herramienta deficientemente fabricada, o puede resistir su labor sin desviarse con perfecta elasticidad y rebote como el bien templado acero.