EL ALMA CAMINO DE CONOCIMIENTO DEL G:.A:.D:.U:.
EL ALMA CAMINO DE CONOCIMIENTO DEL G:.A:.D:.U:.
R:.H:. Roger Jordán Palomino
V:. M:. R:.L:.S:. “Cruz Austral” N° 12
Tal como conocemos, la masonería ordena como condición para ser aceptado en la Orden, según así lo estipulan los antiguos linderos XIX y XX, la creencia en Dios y en la inmortalidad del Alma por lo que se deduce que todo su sistema de evolución espiritual está basado en conclusiones que se derivan de estos dos linderos que, por tal razón, actúan como premisas fundamentales en el quehacer de sus iniciados, cualquiera que sea la religión que profesen éstos.
En la aseveración anterior está pues implícita la idea de que su alma es el único medio con capacidad para llevar al masón a su perfección siguiendo el arquetipo de lo que él considera como Dios y a quien denomina como G:.A::D:.U:. Es decir, el masón debe considerar a su alma como el camino y al G:.A:.D:.U:. como su meta, por lo que se deduce además, que del mayor o menor conocimiento que del G:.A:.D:.U:. logre, resultará su mayor o menor evolución.
Con mucha razón pues, en el V:.D:.L:.S:. en Eclesiastés 1, 13 se lee el siguiente versículo que revela, sin duda alguna, la tarea fundamental que debería realizar el masón mientras viva en la tierra y que dice así: “Y di mi alma a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este trabajo dio Dios a los hijos de los hombres para que se ocupen de él”.
Pero, ¿Qué hacer para que su alma le revele al masón el camino hacia el conocimiento del G:.A:.D:.U:. sin error, a pesar de que Este es infinito en el espacio y eterno en el tiempo y, en consecuencia fuera del alcance de la capacidad de la razón común? Es decir, lograr su gradual conocimiento sin caer en los sofismas en los que solemos incurrir a menudo, aún cuando hayamos alcanzado la maestría masónica, o sea, sin perdernos entre el compás y la escuadra
Una de las más acertadas respuestas a tan fundamental cuestión la da San Pablo
en su Primera Carta a los Corintios cuando dice: “Hermanos, hablamos entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la Gloria, sino como esta escrito: "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman, y Dios nos lo ha revelado por el espíritu; el espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios”.
Otra profunda respuesta la da también Plotino, quien fue un filósofo griego que vivió entre los años 205 y 270 DC cuando afirma lo siguiente: “Preguntáis, ¿ cómo podemos conocer el infinito? Os contesto: no mediante la razón. El oficio de la razón es distinguir y definir. Por lo tanto, el infinito no puede ocupar una posición entre sus propósitos. Sólo podréis comprender el Infinito mediante una facultad superior a la razón, entrando en un estado en el que cesáis de ser un ser finito; en el que se os transfiere la esencia divina. Esto es el éxtasis. Es la liberación de vuestra mente, de su conciencia finita. Lo semejante comprende tan sólo a su contraparte; cuando vosotros cesáis de ser finitos, os convertís en Uno con el Infinito.
Al reducir vuestra Alma a su forma más sencilla, a su esencia divina, logran esta unión, esta identidad. Todo lo que trata de purificar y elevar la mente les ayudará en este logro y les facilitará el enfoque y la repetición de estas pausas dichosas. Hay, entonces, diversos caminos mediante los cuales podemos obtener este fin. El amor a la belleza que enaltece al poeta; la devoción al Uno y ese ascenso de la Ciencia que da forma a la ambición del filósofo, ese amor y aquellas oraciones mediante las cuales las almas devotas y fervorosas se dirigen hacia la perfección a través de la pureza moral. Estos son los grandes caminos que nos llevan a las alturas que están por encima de la realidad y de lo particular, donde nos erguimos ante la presencia del Infinito, que resplandece hacia el exterior, como si proviniese de las profundidades del alma”
De lo expuesto se deduce como indispensable para encontrar el camino hacia el conocimiento del G:.A:.D:.U:., el esfuerzo sincero que debemos hacer los masones para lograr el conocimiento de nosotros mismos y del universo, comprendiendo que la fantasía o la inútil curiosidad, pueden ser características de nuestra personalidad que más dificultarán y retardarán dicho conocimiento y, en consecuencia nuestra evolución.
Por tal razón, estuvo en la verdad San Alberto Magno, quien fue un gran teólogo, filósofo y gran alquimista alemán que vivió entre los años 1193 y 1280, cuando en su tratado “De Adhaerendo Deo” sostenía lo siguiente: “ Cuando San Juan dice que Dios es en espíritu, y que debemos adorarle en espíritu, nos quiere decir que la mente debe estar limpia de toda imagen. Cuando oréis, cerrad la puerta, me refiero a la puerta de vuestros sentidos, mantenedla atrancada y con el cerrojo echado para evitar todas las ilusiones e imágenes. A Dios nada le complace más que una mente libre de toda ocupación y toda distracción. Esa mente se transforma en Dios, pues no puede pensar, comprender o amar nada, excepto a Dios: sólo ve en Dios otras criaturas y a ella misma. Quien puede penetrar dentro de sí, trascender su propia persona, verdaderamente asciende a Dios. Quien amó y deseó, está por encima de todo lo que es manifiesto y todo lo que es inteligible; los sentidos y la imaginación no nos pueden llevar a El, pero sí el deseo de un corazón puro. Así llegamos a la oscuridad de la mente, por la que podemos ascender a la contemplación aun del misterio de la trinidad. No penséis acerca de la tierra, ni de vuestros amigos, ni de vuestro pasado, presente o futuro, mas considérense a sí mismos como que están en el exterior del mundo, solos con Dios, como si vuestra alma estuviese ya separada del cuerpo y ya no tuviese ningún interés en la paz o en la guerra, o en el estado del mundo. Abandonad vuestro cuerpo y fijad vuestra mirada en la luz increada. No permitáis que algo se interponga entre ustedes y Dios.”
Y para reforzar la aseveración anterior, también Roger Bacon quien fue un filósofo inglés que vivió entre los años 1214 y 1294 sostuvo que: “La satisfacción de la curiosidad es, para algunos hombres, el fin del conocimiento. El conocimiento reside en cabezas repletas con pensamientos de otros hombres. La sabiduría, en mentes atentas a sí mismas”
“Jamás se logrará imprimir la verdadera sabiduría demasiado profundamente en las mentes de aquellos a quienes, sin estar preparados espiritualmente, se le comuniquen indebidamente algunas enseñanzas esotéricas”.
Pero, ¿ porqué el masón debe conferir sólo a su alma la capacidad de acercarle al conocimiento del G:.A:.D:.U:. y no a su razón como lo sostienen los racionalistas?
Una sólida respuesta a tal pregunta nos las da Platón quien, como sabemos, fue uno de los más grandes filósofos griegos que vivió entre el 427 y el 347 A. C. y que , en una de sus obras sostuvo lo siguiente: “ En el mundo del saber, la forma esencial de Dios aparece al final de todo y apenas puede percibirse; mas cuando se advierte, no podemos menos que concluir que desde todos los puntos de vista, es la fuente de todo lo esplendoroso y lo bello en el mundo visible, que da origen a la luz y es el principio del Sol; y en el mundo intelectual, otorga la verdad y la razón; y quienes actúen sabiamente, colocarán esta forma de Dios ante sus ojos.
Este razonamiento nos demuestra que en el Alma reside una facultad, un instrumento, que capacita a cada uno de nosotros para aprender; y que esta facultad o instrumento debe hacerse girar en compañía del alma entera desde el mundo efímero, hasta que ésta sea capaz de resistir la contemplación del mundo real y la parte más brillante de éste, la cual es la forma de Dios
Este es un tema que comprende la revolución de un alma, que es la travesía a lo largo de un camino que conduce desde una especie de día oscuro como la noche, hasta un verdadero día de existencia real; y sin duda, declararíamos que la verdadera filosofía está en camino.”
Otra coherente respuesta sobre la capacidad del alma para conocer a Dios la podemos encontrar en una obra del místico alemán Juan Eckhart quien vivió entre 1260 y 1327 y en la que se lee lo siguiente: “Dentro del Alma existe algo superior a ella, algo divino, llano, purísimo. Mas bien anónimo y desconocido. De esto, me he acostumbrado a hablar en mis disertaciones. A veces le he llamado un poder, a veces una luz increada y otras más, un resplandor divino. Es absoluto, carente de forma y de nombre, exactamente igual a Dios, quien también es libre y absoluto. Es superior al conocimiento, al amor y a la gracia; pues, en todos estos, todavía existe la distinción.
En este poder Dios brota y florece en manifestación Suprema, y el Espíritu prospera en Dios. Dentro de esta fuerza el Padre produjo a su Hijo unigénito, en esencia como El, y en esta luz surgió el Espíritu Santo.”
Habiendo encontrado valiosas respuestas sobre el alma como camino seguro para encontrar al G:.A:.D:.U:. y sobre la racionalidad de que ella sea efectivamente el camino cierto para tal fin, debemos preguntarnos todavía sobre cómo debemos apreciar nuestra vida para que en ella no hallemos más dudas sobre la validez de dichas aseveraciones.
Una respuesta valiosa nos la da Enrique Federico Amiel, quien fue un filósofo suizo que vivió entre los años 1821 y 1881 cuando dijo que: “ El centro de la vida no está ni en nuestros pensamientos ni en nuestros sentimientos; ni en nuestra voluntad ni en nuestra conciencia, aunque esta piense, sienta o desee. La verdad moral puede habernos penetrado y poseído, pero se nos escapa muy fácilmente. Mas profundo que nuestra conciencia está nuestro propio Ser, nuestra verdadera sustancia, nuestra naturaleza. Realmente nuestra vida está compuesta por aquellas verdades que han llegado a esos remotos dominios, que se han convertido en nosotros mismos, que se han tornado espontáneos, involuntarios, instintivos e inconscientes, o sea, que son algo de nuestra propiedad. Mientras sigamos creyendo que existe un espacio entre la verdad y nosotros, nos estaremos separando cada vez mas de ésta”.
“Los pensamientos, los sentimientos, los deseos y aun la propia conciencia de la vida no es la vida. Pero sólo la paz y el reposo podrán ser encontrados tan sólo en la vida y en la vida eterna, y la vida eterna es vida divina; por lo tanto es Dios. El propósito de la vida es convertirse en divino; entonces, cuando lo hayamos alcanzado será nuestra la verdad y ya no la perderemos jamás, porque ésta ya no estará fuera de nosotros, ni en nosotros, sino que seremos la verdad; y ella uno con nosotros; nosotros mismos somos una verdad; un deseo, una obra de Dios. La Libertad se ha convertido en la naturaleza porque la criatura es una con el creador, una a través del amor”
Otra respuesta de mucha profundidad sobre la manera en que debemos enfocar nuestra búsqueda del G:.A:.D:.U:. en la vida que El nos ha dado en la tierra nos las da Juan Taulero, quien fue un místico alemán que vivió entre los años 1300 y 1361 cuando nos dice que: “ Existen tres formas mediante las cuales Dios atrae a los hombres. La primera es través de las criaturas, mediante el conocimiento de ellas, lo que conllevará necesariamente a la admiración y amor al Dios creador; la segunda, a través de su voz en el alma, cuando una verdad eterna se sugiere a sí misma en una forma misteriosa. No es raro que esto acontezca en el sueño matutino, poco antes de despertar, (lo que hemos venido llamando Intuición). La tercera forma es cuando se vence a la naturaleza humana mediante la voluntad, logrando paso a paso la evolución de sí mismo”. Según este místico, esta es la forma más sólida de evolución y la que más complacencia proporciona pues como sostiene: “ Lo que se da mediante riquezas es insípido; pues se le ve a través de un velo, dividido en fragmentos y portando en sí un cierto toque de amargura”.
Luego agrega refiriéndose al logro de la iluminación o gracia divina: “ El reino está arraigado adecuadamente en los lugares más profundos del espíritu. Cuando, a través de todo tipo de prácticas, el hombre externo se convierte en el interno, en el hombre razonable, de manera que los dos, es decir, los poderes de los sentidos y de la razón, se reúnen en el mismo centro del ser del hombre, y así se lanza hacia el Divino Abismo, en el que moró una eternidad antes de que fuese creado y en el que Dios halla al hombre que retorna hacia El, desnudo y llano; este hombre se inclina y desciende a las profundidades de su alma pura y paciente, y la transforma, acercándola a la esencia increada, de manera que el espíritu se convierta en una unidad con Dios”.
Con respuestas tan valiosas sobre el alma como camino y el G:.A:.D:.U:. como meta, así como la forma de apreciar nuestra vida como oportunidad de búsqueda, queda aún precisar la necesidad de que la búsqueda sea en fraternidad como la sostenemos los masones.
Una muy inteligente manera de apreciar la necesidad de la fraternidad en dicha búsqueda nos las da Avva Dorotheus, quien fue un místico cristiano ortodoxo que vivió en el siglo VII y quien dijo: “ Imagínense un círculo, y en el medio, un centro; de este centro salen rayos radiales. Entre mas se alejan del centro, divergen y se separan más uno del otro; a la inversa, entre más se acercan al centro, se aproximan entre sí. Ahora supongan que este círculo es el mundo; su núcleo, Dios; y las líneas rectas que salen de la circunferencia, o de la circunferencia al centro, son los senderos de las vidas de los hombres. Y en este caso también a medida que los santos se aproximan al centro del círculo, deseando acercarse a Dios, al hacerlo así, llegarán más cerca de El, y se aproximarán más unos a otros. Piensen en una forma semejante respecto a su alejamiento de Dios; se alejan unos de los otros, y al alejarse de entre sí, se alejan de Dios. Ese es el atributo del amor: si amamos a Dios, entonces de acuerdo a nuestro acercamiento a El, a través del amor por El, es como nos unimos amorosamente con nuestros vecinos; y, entre mas fuerte sea nuestra unión con ellos, más fuerte será nuestra unión con Dios”
Y sobre la necesidad de lograr la igualdad de los hombres a pesar de su diversidad, y que es otro de los postulados de la masonería como indispensables para alcanzar la perfección en el seno del G:.A:.D:.U:. en su unidad absoluta, encontramos una gran respuesta en el filósofo flamenco Jan Van Ruysbroeck que vivió entre los años 1293 y 1381 quien dijo: “ Todos los hombres que se elevan por sobre la naturaleza humana y entran a una vida de contemplación son uno con la gloria divina. Ellos ven, sienten y hallan en si mismos, mediante esa Luz Divina, que son la misma cosa sencilla de su naturaleza increada ya que la gloria resplandece sin medida, de acuerdo a la forma divina y mora en ellos en forma sencilla, sin atributos, de acuerdo a la simplicidad de la esencia. Este es el motivo por el cual los hombres contemplativos deben elevarse por encima de la razón y de la distinción, mas allá de la sustancia que los forma; contemplar eternamente, gracias a la ayuda de su luz innata, y así transformarse y unirse a la misma luz, mediante la que ven y comprenden lo que ven.
En estos términos, llegan a la imagen eterna, tras la que fueron creados, y contemplan a Dios y a todas las cosas sin distinción en una observación sencilla, en la gloria divina. Esta es la contemplación más excelsa y más útil que los hombres pueden alcanzar en la vida”
Para concluir este trazado, que no es otra cosa que una pequeña antología de pensamientos de grandes filósofos y místicos, debo deciros que cuanto más nos acerquemos al conocimiento el G:.A:.D:.U:. por medio de nuestra alma, más nos acercaremos también al ideal masónico de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD, porque sabremos que Dios es libre y, en consecuencia, nosotros que estamos hechos a su imagen y semejanza también debemos ser libres. Que debemos considerarnos iguales porque, a pesar de tener cuerpos y vidas diferentes tenemos un alma que proviene de la misma esencia unitaria de Dios y que debemos ser fraternos porque hemos sido manifestados por un mismo padre. En consecuencia, que la máxima sabiduría a la que puede arribar el hombre en la tierra es la de amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros semejantes como a nosotros mismos como lo dijo el más sabio de los maestros de la humanidad Jesús el Cristo hacen 2000 años.
R:.H:. Roger Jordán Palomino
V:. M:. R:.L:.S:. “Cruz Austral” N° 12
Tal como conocemos, la masonería ordena como condición para ser aceptado en la Orden, según así lo estipulan los antiguos linderos XIX y XX, la creencia en Dios y en la inmortalidad del Alma por lo que se deduce que todo su sistema de evolución espiritual está basado en conclusiones que se derivan de estos dos linderos que, por tal razón, actúan como premisas fundamentales en el quehacer de sus iniciados, cualquiera que sea la religión que profesen éstos.
En la aseveración anterior está pues implícita la idea de que su alma es el único medio con capacidad para llevar al masón a su perfección siguiendo el arquetipo de lo que él considera como Dios y a quien denomina como G:.A::D:.U:. Es decir, el masón debe considerar a su alma como el camino y al G:.A:.D:.U:. como su meta, por lo que se deduce además, que del mayor o menor conocimiento que del G:.A:.D:.U:. logre, resultará su mayor o menor evolución.
Con mucha razón pues, en el V:.D:.L:.S:. en Eclesiastés 1, 13 se lee el siguiente versículo que revela, sin duda alguna, la tarea fundamental que debería realizar el masón mientras viva en la tierra y que dice así: “Y di mi alma a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este trabajo dio Dios a los hijos de los hombres para que se ocupen de él”.
Pero, ¿Qué hacer para que su alma le revele al masón el camino hacia el conocimiento del G:.A:.D:.U:. sin error, a pesar de que Este es infinito en el espacio y eterno en el tiempo y, en consecuencia fuera del alcance de la capacidad de la razón común? Es decir, lograr su gradual conocimiento sin caer en los sofismas en los que solemos incurrir a menudo, aún cuando hayamos alcanzado la maestría masónica, o sea, sin perdernos entre el compás y la escuadra
Una de las más acertadas respuestas a tan fundamental cuestión la da San Pablo
en su Primera Carta a los Corintios cuando dice: “Hermanos, hablamos entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la Gloria, sino como esta escrito: "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman, y Dios nos lo ha revelado por el espíritu; el espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios”.
Otra profunda respuesta la da también Plotino, quien fue un filósofo griego que vivió entre los años 205 y 270 DC cuando afirma lo siguiente: “Preguntáis, ¿ cómo podemos conocer el infinito? Os contesto: no mediante la razón. El oficio de la razón es distinguir y definir. Por lo tanto, el infinito no puede ocupar una posición entre sus propósitos. Sólo podréis comprender el Infinito mediante una facultad superior a la razón, entrando en un estado en el que cesáis de ser un ser finito; en el que se os transfiere la esencia divina. Esto es el éxtasis. Es la liberación de vuestra mente, de su conciencia finita. Lo semejante comprende tan sólo a su contraparte; cuando vosotros cesáis de ser finitos, os convertís en Uno con el Infinito.
Al reducir vuestra Alma a su forma más sencilla, a su esencia divina, logran esta unión, esta identidad. Todo lo que trata de purificar y elevar la mente les ayudará en este logro y les facilitará el enfoque y la repetición de estas pausas dichosas. Hay, entonces, diversos caminos mediante los cuales podemos obtener este fin. El amor a la belleza que enaltece al poeta; la devoción al Uno y ese ascenso de la Ciencia que da forma a la ambición del filósofo, ese amor y aquellas oraciones mediante las cuales las almas devotas y fervorosas se dirigen hacia la perfección a través de la pureza moral. Estos son los grandes caminos que nos llevan a las alturas que están por encima de la realidad y de lo particular, donde nos erguimos ante la presencia del Infinito, que resplandece hacia el exterior, como si proviniese de las profundidades del alma”
De lo expuesto se deduce como indispensable para encontrar el camino hacia el conocimiento del G:.A:.D:.U:., el esfuerzo sincero que debemos hacer los masones para lograr el conocimiento de nosotros mismos y del universo, comprendiendo que la fantasía o la inútil curiosidad, pueden ser características de nuestra personalidad que más dificultarán y retardarán dicho conocimiento y, en consecuencia nuestra evolución.
Por tal razón, estuvo en la verdad San Alberto Magno, quien fue un gran teólogo, filósofo y gran alquimista alemán que vivió entre los años 1193 y 1280, cuando en su tratado “De Adhaerendo Deo” sostenía lo siguiente: “ Cuando San Juan dice que Dios es en espíritu, y que debemos adorarle en espíritu, nos quiere decir que la mente debe estar limpia de toda imagen. Cuando oréis, cerrad la puerta, me refiero a la puerta de vuestros sentidos, mantenedla atrancada y con el cerrojo echado para evitar todas las ilusiones e imágenes. A Dios nada le complace más que una mente libre de toda ocupación y toda distracción. Esa mente se transforma en Dios, pues no puede pensar, comprender o amar nada, excepto a Dios: sólo ve en Dios otras criaturas y a ella misma. Quien puede penetrar dentro de sí, trascender su propia persona, verdaderamente asciende a Dios. Quien amó y deseó, está por encima de todo lo que es manifiesto y todo lo que es inteligible; los sentidos y la imaginación no nos pueden llevar a El, pero sí el deseo de un corazón puro. Así llegamos a la oscuridad de la mente, por la que podemos ascender a la contemplación aun del misterio de la trinidad. No penséis acerca de la tierra, ni de vuestros amigos, ni de vuestro pasado, presente o futuro, mas considérense a sí mismos como que están en el exterior del mundo, solos con Dios, como si vuestra alma estuviese ya separada del cuerpo y ya no tuviese ningún interés en la paz o en la guerra, o en el estado del mundo. Abandonad vuestro cuerpo y fijad vuestra mirada en la luz increada. No permitáis que algo se interponga entre ustedes y Dios.”
Y para reforzar la aseveración anterior, también Roger Bacon quien fue un filósofo inglés que vivió entre los años 1214 y 1294 sostuvo que: “La satisfacción de la curiosidad es, para algunos hombres, el fin del conocimiento. El conocimiento reside en cabezas repletas con pensamientos de otros hombres. La sabiduría, en mentes atentas a sí mismas”
“Jamás se logrará imprimir la verdadera sabiduría demasiado profundamente en las mentes de aquellos a quienes, sin estar preparados espiritualmente, se le comuniquen indebidamente algunas enseñanzas esotéricas”.
Pero, ¿ porqué el masón debe conferir sólo a su alma la capacidad de acercarle al conocimiento del G:.A:.D:.U:. y no a su razón como lo sostienen los racionalistas?
Una sólida respuesta a tal pregunta nos las da Platón quien, como sabemos, fue uno de los más grandes filósofos griegos que vivió entre el 427 y el 347 A. C. y que , en una de sus obras sostuvo lo siguiente: “ En el mundo del saber, la forma esencial de Dios aparece al final de todo y apenas puede percibirse; mas cuando se advierte, no podemos menos que concluir que desde todos los puntos de vista, es la fuente de todo lo esplendoroso y lo bello en el mundo visible, que da origen a la luz y es el principio del Sol; y en el mundo intelectual, otorga la verdad y la razón; y quienes actúen sabiamente, colocarán esta forma de Dios ante sus ojos.
Este razonamiento nos demuestra que en el Alma reside una facultad, un instrumento, que capacita a cada uno de nosotros para aprender; y que esta facultad o instrumento debe hacerse girar en compañía del alma entera desde el mundo efímero, hasta que ésta sea capaz de resistir la contemplación del mundo real y la parte más brillante de éste, la cual es la forma de Dios
Este es un tema que comprende la revolución de un alma, que es la travesía a lo largo de un camino que conduce desde una especie de día oscuro como la noche, hasta un verdadero día de existencia real; y sin duda, declararíamos que la verdadera filosofía está en camino.”
Otra coherente respuesta sobre la capacidad del alma para conocer a Dios la podemos encontrar en una obra del místico alemán Juan Eckhart quien vivió entre 1260 y 1327 y en la que se lee lo siguiente: “Dentro del Alma existe algo superior a ella, algo divino, llano, purísimo. Mas bien anónimo y desconocido. De esto, me he acostumbrado a hablar en mis disertaciones. A veces le he llamado un poder, a veces una luz increada y otras más, un resplandor divino. Es absoluto, carente de forma y de nombre, exactamente igual a Dios, quien también es libre y absoluto. Es superior al conocimiento, al amor y a la gracia; pues, en todos estos, todavía existe la distinción.
En este poder Dios brota y florece en manifestación Suprema, y el Espíritu prospera en Dios. Dentro de esta fuerza el Padre produjo a su Hijo unigénito, en esencia como El, y en esta luz surgió el Espíritu Santo.”
Habiendo encontrado valiosas respuestas sobre el alma como camino seguro para encontrar al G:.A:.D:.U:. y sobre la racionalidad de que ella sea efectivamente el camino cierto para tal fin, debemos preguntarnos todavía sobre cómo debemos apreciar nuestra vida para que en ella no hallemos más dudas sobre la validez de dichas aseveraciones.
Una respuesta valiosa nos la da Enrique Federico Amiel, quien fue un filósofo suizo que vivió entre los años 1821 y 1881 cuando dijo que: “ El centro de la vida no está ni en nuestros pensamientos ni en nuestros sentimientos; ni en nuestra voluntad ni en nuestra conciencia, aunque esta piense, sienta o desee. La verdad moral puede habernos penetrado y poseído, pero se nos escapa muy fácilmente. Mas profundo que nuestra conciencia está nuestro propio Ser, nuestra verdadera sustancia, nuestra naturaleza. Realmente nuestra vida está compuesta por aquellas verdades que han llegado a esos remotos dominios, que se han convertido en nosotros mismos, que se han tornado espontáneos, involuntarios, instintivos e inconscientes, o sea, que son algo de nuestra propiedad. Mientras sigamos creyendo que existe un espacio entre la verdad y nosotros, nos estaremos separando cada vez mas de ésta”.
“Los pensamientos, los sentimientos, los deseos y aun la propia conciencia de la vida no es la vida. Pero sólo la paz y el reposo podrán ser encontrados tan sólo en la vida y en la vida eterna, y la vida eterna es vida divina; por lo tanto es Dios. El propósito de la vida es convertirse en divino; entonces, cuando lo hayamos alcanzado será nuestra la verdad y ya no la perderemos jamás, porque ésta ya no estará fuera de nosotros, ni en nosotros, sino que seremos la verdad; y ella uno con nosotros; nosotros mismos somos una verdad; un deseo, una obra de Dios. La Libertad se ha convertido en la naturaleza porque la criatura es una con el creador, una a través del amor”
Otra respuesta de mucha profundidad sobre la manera en que debemos enfocar nuestra búsqueda del G:.A:.D:.U:. en la vida que El nos ha dado en la tierra nos las da Juan Taulero, quien fue un místico alemán que vivió entre los años 1300 y 1361 cuando nos dice que: “ Existen tres formas mediante las cuales Dios atrae a los hombres. La primera es través de las criaturas, mediante el conocimiento de ellas, lo que conllevará necesariamente a la admiración y amor al Dios creador; la segunda, a través de su voz en el alma, cuando una verdad eterna se sugiere a sí misma en una forma misteriosa. No es raro que esto acontezca en el sueño matutino, poco antes de despertar, (lo que hemos venido llamando Intuición). La tercera forma es cuando se vence a la naturaleza humana mediante la voluntad, logrando paso a paso la evolución de sí mismo”. Según este místico, esta es la forma más sólida de evolución y la que más complacencia proporciona pues como sostiene: “ Lo que se da mediante riquezas es insípido; pues se le ve a través de un velo, dividido en fragmentos y portando en sí un cierto toque de amargura”.
Luego agrega refiriéndose al logro de la iluminación o gracia divina: “ El reino está arraigado adecuadamente en los lugares más profundos del espíritu. Cuando, a través de todo tipo de prácticas, el hombre externo se convierte en el interno, en el hombre razonable, de manera que los dos, es decir, los poderes de los sentidos y de la razón, se reúnen en el mismo centro del ser del hombre, y así se lanza hacia el Divino Abismo, en el que moró una eternidad antes de que fuese creado y en el que Dios halla al hombre que retorna hacia El, desnudo y llano; este hombre se inclina y desciende a las profundidades de su alma pura y paciente, y la transforma, acercándola a la esencia increada, de manera que el espíritu se convierta en una unidad con Dios”.
Con respuestas tan valiosas sobre el alma como camino y el G:.A:.D:.U:. como meta, así como la forma de apreciar nuestra vida como oportunidad de búsqueda, queda aún precisar la necesidad de que la búsqueda sea en fraternidad como la sostenemos los masones.
Una muy inteligente manera de apreciar la necesidad de la fraternidad en dicha búsqueda nos las da Avva Dorotheus, quien fue un místico cristiano ortodoxo que vivió en el siglo VII y quien dijo: “ Imagínense un círculo, y en el medio, un centro; de este centro salen rayos radiales. Entre mas se alejan del centro, divergen y se separan más uno del otro; a la inversa, entre más se acercan al centro, se aproximan entre sí. Ahora supongan que este círculo es el mundo; su núcleo, Dios; y las líneas rectas que salen de la circunferencia, o de la circunferencia al centro, son los senderos de las vidas de los hombres. Y en este caso también a medida que los santos se aproximan al centro del círculo, deseando acercarse a Dios, al hacerlo así, llegarán más cerca de El, y se aproximarán más unos a otros. Piensen en una forma semejante respecto a su alejamiento de Dios; se alejan unos de los otros, y al alejarse de entre sí, se alejan de Dios. Ese es el atributo del amor: si amamos a Dios, entonces de acuerdo a nuestro acercamiento a El, a través del amor por El, es como nos unimos amorosamente con nuestros vecinos; y, entre mas fuerte sea nuestra unión con ellos, más fuerte será nuestra unión con Dios”
Y sobre la necesidad de lograr la igualdad de los hombres a pesar de su diversidad, y que es otro de los postulados de la masonería como indispensables para alcanzar la perfección en el seno del G:.A:.D:.U:. en su unidad absoluta, encontramos una gran respuesta en el filósofo flamenco Jan Van Ruysbroeck que vivió entre los años 1293 y 1381 quien dijo: “ Todos los hombres que se elevan por sobre la naturaleza humana y entran a una vida de contemplación son uno con la gloria divina. Ellos ven, sienten y hallan en si mismos, mediante esa Luz Divina, que son la misma cosa sencilla de su naturaleza increada ya que la gloria resplandece sin medida, de acuerdo a la forma divina y mora en ellos en forma sencilla, sin atributos, de acuerdo a la simplicidad de la esencia. Este es el motivo por el cual los hombres contemplativos deben elevarse por encima de la razón y de la distinción, mas allá de la sustancia que los forma; contemplar eternamente, gracias a la ayuda de su luz innata, y así transformarse y unirse a la misma luz, mediante la que ven y comprenden lo que ven.
En estos términos, llegan a la imagen eterna, tras la que fueron creados, y contemplan a Dios y a todas las cosas sin distinción en una observación sencilla, en la gloria divina. Esta es la contemplación más excelsa y más útil que los hombres pueden alcanzar en la vida”
Para concluir este trazado, que no es otra cosa que una pequeña antología de pensamientos de grandes filósofos y místicos, debo deciros que cuanto más nos acerquemos al conocimiento el G:.A:.D:.U:. por medio de nuestra alma, más nos acercaremos también al ideal masónico de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD, porque sabremos que Dios es libre y, en consecuencia, nosotros que estamos hechos a su imagen y semejanza también debemos ser libres. Que debemos considerarnos iguales porque, a pesar de tener cuerpos y vidas diferentes tenemos un alma que proviene de la misma esencia unitaria de Dios y que debemos ser fraternos porque hemos sido manifestados por un mismo padre. En consecuencia, que la máxima sabiduría a la que puede arribar el hombre en la tierra es la de amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros semejantes como a nosotros mismos como lo dijo el más sabio de los maestros de la humanidad Jesús el Cristo hacen 2000 años.
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